Eduardo Gil Bera
En la escritura Lineal B y en la cuneiforme, hay numerosos testimonios de que, en la guerra, los hombres de las ciudades vencidas se mataban, y las mujeres eran llevadas como esclavas. En las tabletas de Pilos y de Tebas se mencionan listas de mujeres traídas de las ciudades saqueadas, y en la Ilíada se narra que Aquiles saqueó Lesbos, mató a los hombres, y se llevó las mujeres al campamento griego. También en la conversación de despedida entre Héctor y Andrómaca se puede ver el destino establecido para el hombre y la mujer del bando derrotado: él morirá, ella será esclava de los vencedores. Hoy los antropólogos conjeturan que los neandertales “intercambiaban” hembras para evitar la endogamia. Parece una teoría muy comedida, porque hay mejores indicios de que era más prestigioso robar una mujer, y quizá también era mejor para la especie, ya que hablamos de ella. El viejísimo motivo del rapto no sólo aparece en la peripecia de Helena, sino que se representa todavía en ciertas bodas de rito antiguo. Y del inveterado uso de llevarse como esclavas a las mujeres del enemigo ha quedado la violación masiva como acción de guerra. Por ejemplo, cuando los rusos conquistaron Alemania al acabar la Segunda Guerra Mundial, violaron todas las mujeres que pudieron, porque el uso civilizado ya no permitía que volvieran a Rusia con un par de millones de esclavas. Las violaciones en el Congo son del mismo género atávico que, dicen los antropólogos, mira por la salud de la especie. Da no sé qué colgar esto el día de Navidad, pero ha surtido así.