Javier Rioyo
Uno de nuestros cineastas preferidos tuvo la mala idea de morir el otro día en perfecto estado de gozador impenitente, de amante de la vida y de sus placeres. Nos dejó sin cena, sin cenizas de habano, sin vino y sin charla en Valladolid. Había prometido estar en Otoño y en el Festival de Cine de Valladolid. Sobre todo porque se había asesorado de los buenos vinos de la Ribera del Duero y de la gastronomía de la zona. Dos buenas razones para el desplazamiento de un intelectual dionisíaco. Estábamos invitados al homenaje por su cine, por haber filmado algunas de las películas que mejor retratan al burgués, al pequeño burgués, al provinciano o al capitalino de nuestro recordado siglo XX. Una irónica lucidez que no paró con el nuevo siglo. Todavía recuerdo el placer que fue luchar por concederle un premio en el Festival de Sevilla a su película "La chica cortada en dos", de 2007. Me quedé solo, perdí, aunque tengo claro que de mi lado estaba la razón, al menos la razón poética. Y el humor.
Cuando murió Chabrol estaba leyendo unas deliciosas narraciones breves de Honoré de Balzac, quizá el novelista que más se parece a Chabrol. Dos universos muy parecidos separados por un siglo. Dicen que tiene la finura de Balzac para el retrato social. Tienen mucho más que eso en común. Nada más hay que comprobarlo acercándose a Balzac, ya sea en estos relatos "Mujeres lo bastante ricas" que ha publicado Periférica. O acudiendo a otros clásicos del autor de "La comedia humana", "Papá Goriot" o "Fisiología del matrimonio". Las mujeres de Chabrol también son como esa de "Otro estudio de mujer" que es definida por su enamorado "como una estufa con encimera de mármol". Así nos imaginamos muchas veces a las mujeres de Chabrol. Así vemos a la hermosa e inquietante Isabelle Huppert, ese pequeña y pecosa llena de sensualidad.
Hace años conocimos a otra de sus musas, Stéphane Audran, que protagonizó algunas de sus películas de primera ola y que siempre estará en nuestros recuerdos de erotismo y cine.
Como Balzac, fue un burgués desencantado de la burguesía. Un solitario que supo compartir gozos y sombras. Un amante de las mujeres, de las suyas y de las del prójimo. Un libertino que se moderaba. Un vital vividor. Los dos trabajaron mucho en aquello que les gustaba. Federico Engels dijo que "el realismo visionario de Balzac le había enseñado más sobre la sociedad del siglo XIX que todos los economistas, historiadores y sociólogos juntos". Lo mismo podríamos decir de Chabrol y sus retratos de la clase media. También de otras clases. El vino de Ribera, nosotros y ellas, lo echaremos de menos en Valladolid o en París. Seguiremos viendo sus películas. Como seguimos leyendo a Balzac. No somos tan diferentes.