Javier Rioyo
No necesito paraísos. Me basta éste territorio tan raro y complejo por el que puedo viajar. Conozco varios infiernos. El de los otros. Y los que he visto, leído o imaginado. Ahora veo el infierno en Haití. Me duele, me conmueve. Y veo también a los malos. A ese estúpido enviado a San Sebastián a pregonar la mentira y la maldad. No me importa mucho, son así. La historia, su historia lo sabe. Son cómplices de asesinatos, muertes, masacres, inquisiciones, saqueos, violaciones, exterminios, genocidios…El mundo es mucho peor desde que ellos tienen poder sobre los hombres, sobre los bienes y cómo se han repartido con sus bendiciones
Ayer estuve escuchando durante tres horas a un hombre bueno y sin Dios. Se llama Víctor Manuel San José. Ni santo, ni victorioso, solamente es uno de los nuestros, de abuelas que no confesaron, de padres que disimularon no creer o de buena gente que creyó por el miedo, por defender su vida en este valle en el que no querían tener tantas lágrimas. Ayer escuché las canciones tristes- y algunas alegres, otras irónicas- de Víctor Manuel y me sentí un hombre bueno. Me sentí decente entre tantas indecencias. Lejos de los obispos. Lejos de las iglesias. Lejos de sus dioses. Víctor seguirá cantando, que sus palabras no sean olvidadas, que no se pierdan para la buena gente. Los otros que hagan lo que quieran. Cómo si quieren seguir escuchando lo que desde el púlpito, desde sus altavoces dicen gentes tan inmorales como un obispo de San Sebastián. No me importa. No han cambiado mucho, salvo excepciones, siguen diciendo lo mismo. Su arma es mentira. Su palabra es prescindible.
No necesito argumentos contra Dios. Pero me gusta leer algunas palabras de buena gente que vive y ayuda a otra gente a que vivan dignamente. Terminaré con unas líneas del libro de lecturas esenciales para gentes sin Dios que ha seleccionado Christopher Hitchens en su libro recopilatorio "Dios no existe", hace un año, también en la editorial Debate, había publicado "Dios no es bueno": buenos libros, para buena gente. Las palabras que copio las leyó el querido Ian McEwan en una conferencia, es la primera vez que se publican por escrito y son las últimas líneas de un texto que llamó "Blues para el fin del mundo":
"…A estas alturas, en su fuero interno, los creyentes deberían saber que aunque tengan razón, y sí exista un Dios personal benigno y vigilante, ese Dios es reacio a intervenir, algo de lo que dan fe todas las tragedias cotidianas y todos los niños muertos. En cuanto a los demás, a falta de pruebas que demuestren lo contrario, sabemos que es muy improbable que haya alguien allá arriba. Sea como sea, en este caso importa muy poco quién se equivoca, porque los únicos capaces de salvarnos seremos nosotros mismos"
Ojalá haya muchos niños como Redjeson Hausteen. Que crezcan fuertes, libres y sin tantas mentiras religiosas. Dios quiera que crezcan niños sin Dioses. Mientras no desaparezcan todo será peor. Más difícil.