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Berlin, después de tantos muros

Por 9 de noviembre de 2009 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Javier Rioyo

 

 

 

Nunca olvidaré mi primer Berlín. Tan joven y sin embargo enamorado. No me olvido de aquella casa de la Bahaus, de aquellos cafés casi inalcanzables- ¡éramos tan pobres!- y de aquellas noches de jazz, cervezas y resistencia para no seguir bebiendo porque teníamos que luchar contra el poderoso marco.

No olvidar el viaje, un verdadero viaje en el tiempo, en metro hasta el otro mundo. El otro lado del muro. El viaje al socialismo real, al telón de acero. Yo ya había conocido dos o tres ciudades del control soviético, de sus mentiras y sus miedos. También de sus trampas y su deseo de supervivir, de no dejarse someter por la dictadura. Algo que los que veníamos del franquismo reconocíamos muy bien. Pero Berlín del este, con toda su mitomanía literaria, musical, fílmica; con su historia y su realidad, era más impresionante, más irreal en su belleza deteriorada que Sofía, que Budapest que Praga.

Berlín al otro lado del muro se parecía al peor de los decorados realistas de una novela de Le Carré. Ya nada quedaba del Berlín años veinte, ni de la arrogancia nazi, ni del mundo oculto del cabaret. No, Berlín era un decorado de la tristeza. Gentes vigiladas que no podían dar ningún salto. Y sin embargo, hermosa y pobremente conservada.

Paseamos bajo los tilos, respiramos su tristeza y volvimos a dormir al otro lado del muro.

Nunca fuimos comunistas, menos aún estalinistas, pero era imposible seguir disimulando, creyendo, mirando para otro lado, cuando desde el mundo injusto del Berlín capitalista y democrático, desde esa ciudad reconstruida después de tanta guerra, recordabas quién y porqué se había construido el muro mientras tomábamos nuestra cerveza en un garito con música. Menos mal que podíamos sentirnos izquierdistas no comunistas, seguir pagando alguna cerveza y ver, en libertad, la primera exposición de Eduardo Arroyo. El destino nos convertiría en amigos. Tengo que hablar con él de Berlín. Ahora que aquella ciudad tan muerta, el Berlín Oriental, esa nevera impenetrable, se haya convertido en la ciudad más dinámica de occidente.

Vuelvo a mis lecturas, tengo que hacer una lista de mis alemanes imprescindibles. Mañana si tengo tiempo. Ahora estoy terminando un libro de Berlín, con sus espías y sus mentiras, con sus miedos y sus cambios. Se llama "El muro de Berlín", es de un inglés llamado Frederick Taylor. Está en RBA. Me devuelve a ese Berlín de cuando fuimos jóvenes. He vuelto unas cuántas veces a esa ciudad. Me iría a vivir mañana si no fuera porque Madrid también es un poco Berlín y se habla mejor mi idioma.

Me sonrío con una cita del libro, después de inquietarme con otra de Sebald y Robert Lowell. La cita es de un cliente anónimo de un bar de Berlín Oriental el mismo día de la caída del muro. "Así que construyeron el muro para impedir que la gente se marchara, y ahora lo derriban para impedir que la gente se marche. Ya me dirás si es lógico"

La vida, la política y las ciudades casi nunca son lógicas. Ni la lógica.

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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