
Eder. Óleo de Irene Gracia
Javier Rioyo
En algunas, muchas, obras literarias se entra por el título. Hay títulos que se marcan en nuestra vida lectora. Hacer ahora una lista de mis títulos requiere un tiempo que ahora no tengo. Pero desde que hace años me tropecé con esta hermosa, poderosa y emocionante novela, quedé atrapado por la belleza de su título. Un título con una melancolía que se parece a las estaciones de trenes. A las despedidas, a las soledades, a las incertidumbres de todo viaje. También las estaciones son el lugar para soñar viajes, para imaginar vidas, para inventar historias. De vez en cuando son la parada de un camino incierto. Son refugio y promesa de fuga. Un buen lugar para la alegría de recibir. Un lugar adecuado para llorar.
"En Grand Central Station me senté y lloré », escrita por Elizabeth Smart en estado de enamoramiento, es uno de los títulos más hermosos de la literatura del siglo XX. Es una pequeña joya casi olvidada, mal conocida y felizmente rescatada, con traducción de Laura Freixas, en nuestra querida editorial Periférica. Además esta novela de pasiones con lágrimas estrena nueva colección. Novela corta de una autora que vivió intensamente, que amó antes al poeta que al hombre- George Baker- y que después le escribiría ésta hermosa confesión enamorada.
Nos cuenta el editor, también novelista, Julián Rodríguez, que los textos de Smart sirvieron de inspiración a Paul Morrisey, el leader de los Smiths. Uno de los grupos más melancólicos del pop. Yo recordaba la dulzona voz de Bing Crosby, un cantante de aquella época, pero me gusta mucho más la "banda sonora" de Morrisey. Una razón más para acercarse a ésta novela perfecta para viajeros enamorados. O para estables enamoradizos.
Otro día, querida Silvie, hablaremos del suicidio. Hoy con unas lágrimas será suficiente.