
Eder. Óleo de Irene Gracia
Jorge Eduardo Benavides
Qué es lo que diferencia a un personaje de un relato corto de un personaje de una novela? Probablemente poco, dirán algunos, ya que en ambos casos son creaciones de un narrador que responden a las exigencias de la historia tanto como a su propia capacidad de persuasión. Y en principio quienes esto afirman están en lo cierto. Primero: Un personaje cumple un "destino" marcado por el narrador y su vida se agota en las páginas que se le asignan. Y segundo: Un personaje sólo tendrá vigor cuando su actuación en el texto se admita sin objeciones por parte del lector, es decir, mientras no disuelva ese "sueño vívido y contínuo" del que habla John Gardner al referirse al atributo principal de la ficción.
Pero detrás de esta verdad más o menos evidente se esconden algunas diferencias que tienen que ver con el rango de espacio y de tiempo en el que se mueve un personaje de cuento o relato corto, muy distinto al del personaje de una novela. Digamos que el personaje de una ficción breve (intensa, de pocas páginas, con una sola trama, etc) es como una persona que conocemos en una fiesta o en un viaje, por ejemplo en el breve tiempo que dura nuestro trayecto en tren o en avión. E intuímos que, por lo poco que se nos ha dado a conocer de esa persona, esta resulta sumamente interesante, aunque nosotros sólo hayamos podido atisbar algunas hebras de esa vida interesante, más vislumbrada que vista. Un personaje de cuento es así: por escasas páginas que le concedamos, es tridimensional y tiene "vida", pero el narrador se limita a mostrar lo que interesa exclusivamente para el recorrido de la anécdota. Lo demás siempre sobra…aunque el narrador lo sepa. Es más: lo tiene que saber.
El personaje de una novela es igual de rico y lleno de vida, pero de él conocemos todo o casi todo, lo bueno, lo malo, lo ocioso y lo provechoso, lo íntimo y lo público: es como una persona que aparece en nuestra vida y poco a poco, con el correr de los años, se va volviendo primero alguien cotidiano, anejo a nuestra rutina, y después familiar e incluso íntimo. Porque el recorrido de la novela requiere muchas páginas, el narrador sabe que tiene que dosificar la aparición de sus personajes principales para que estos ganen la confianza del lector y se le vuelvan -en el trayecto que una novela inicia en sus primeras páginas- familiares e incluso íntimos. Nunca se presentan con todas sus características de golpe. Se nos van desvelando página a página. Y también, qué duda cabe, guardan secretos.