
Eder. Óleo de Irene Gracia
Javier Rioyo
Hace años, una vez más gracias al querido Jordi Herralde, leemos en español a Pierre Michon sin duda uno de los más grandes escritores contemporáneos. Quizá deberíamos decir extemporáneos porque Michon, como pocos, como los mejores, pertenece a la estirpe de los que escriben desde su tiempo pero sin estar sometidos por las circunstancias. Los libros de Michon suceden en tiempos pretéritos, en el pasado remoto o cercano, pero a la vez son cercanos. Absolutamente contemporáneos. Da igual que sean monjes medievales, emperadores, soldados bárbaros, Van Gogh, Goya, Rimbaud o cualquier minúscula vida en la decadencia del Imperio Romano.
Los libros deMichon desde "Vidas minúsculas" hasta este último "Mitologías de invierno/ El emperador de occidente"- esta vez publicado por la querida Diana Zaforteza en Alfabia- son tan cercanos porque son verdaderos. Verdaderos como lo son sus protagonistas. Personajes pasionales. Personajes contradictorios, seres fuertes o desvalidos. Seres humanos capaces de querer, odiar, sufrir, llorar o gozar. Seres humanos que reconocemos. Fue muy interesante la entrevista que "Babelia" publicó el sábado de éste hombre tan solitario, tan ajeno a los medios, el escritor Fajardo nos acercó a ese hombre atemporal capaz de no disimular sus sentimientos: "lo que Faulkner y Borges tienen en común para mí, es la capacidad de hacerme llorar como una muchacha. No sé por qué. Hay algo en ellos que me emociona hasta ese extremo"
No es habitual oír éstas confesiones en un escritor, menos en uno tan poco dado a mostrarse. Excelentes las fotos de Mordzinski que enseñan la cara, el rostro de éste hombre que- como señala Jesús Ferrero- es de los que piensan que "la vida es una farsa sostenida entre todos". Prometo que a la vuelta de mis vacaciones añadiré fotos.
Entre mis libros del verano estaba- no por casualidad-uno de Michon, "Señores y sirvientes". Un libro que se "inventó" Herralde al unir textos de Michon que sobre fragmentos de vidas de pintores que se habían publicado de manera dispersa. Ese libro viajó conmigo por el deseo de volver a Michon después de haber leído "Mitologías de invierno". Hay libros, hay autores que no pasan de moda porque no están de moda. Que no se olvidan porque se nos graban en el lugar dónde habitan las emociones.
Fragmentos de vidas, personajes periféricos como ese amigo y vecino de Van Gogh, el factor Roulin. Un impresionante retrato literario de éste hombre barbudo que conocemos por la pintura de Van Gogh
"…Y de ahí tomó una vida interior que le sirvió para casarse con Agustine y preñarla, y para arrullar y echar broncas a Armand, a Camilla y a Marcelle, nacidos de Agustine, y para tener un jardincillo donde binar lechugas. Y le proporcionó una pizca de apariencia, pues, en este mundo, no basta con ser factor, o almacenista; como si ya la cosa en sí no fuese bastante agotadora, encima hay que ser un factor rojo o blanco, y tener ideas y ese cajón de sastre de azares, comportamientos y palabras trilladas que se denomina carácter; hacen falta esas menudencias para no beberse a solas los ajenjos en una taberna de las afueras de Arlés y lo señalen a uno con el dedo y vaya a parar al arroyo…"
La literatura, también, sirve para no ser ese que bebe a solas los ajenjos.