
Eder. Óleo de Irene Gracia
Clara Sánchez
Me pregunto de dónde le viene tanta serenidad a Martín Casariego como si todos esos contratiempos de los que nadie se libra no le hicieran mella, como si fuera dueño de sabias claves con las que manejar la vida. Me lo encontré hace poco en el Cock y hablamos de su última novela, La Jauría y la niebla, publicada este año y con la que ganó el II Premio Logroño de Novela. Una novela magnífica sobre el aprendizaje, sobre la dureza de tener que adaptarse al grupo y a la realidad, donde la felicidad y la desgracia se dan la mano. Una historia en la que cada uno tiene que sobrevivir a su manera, tanto el adolescente Ander, que no tiene más remedio que armarse de valor a diario para entrar en esa aula que le chupa la sangre y la energía, como su hermano pequeño, como el escritor Ignacio Mayor que acudirá al Instituto donde estudia Ander a dar una conferencia. Me ha recordado tanto mis días de colegio, en que la vida se concentraba en un edificio. Por eso, para mí, en esta novela el Instituto representa el mundo en el que hay que entrar con pies de plomo y corazón blindado para que no te lo destrocen, lo que tampoco es posible porque el corazón necesita querer, admirar, sentir. Y en este camino a veces se pierde la inocencia, y el problema es cómo recuperarla. No es tan fácil. Como no es nada fácil la sencillez con la que Casariego nos conduce por los vericuetos de las emociones. Mejor que sencillez (una palabra algo manoseada en literatura), serenidad.
En realidad, serenidad no significa sencillez. El mismo Martin Casariego no es nada sencillo. Se apoya en la barra del Cock envuelto en un aire de misterio indescriptible y con su mirada a lo Ralph Fiennes, que él ni remotamente sabe que tiene.
También está por allí su hermano Nicolás, otro novelista inspirado. Al resto de la familia no la conozco. Por desgracia no llegué a conocer a Pedro Casariego, un poeta profundo y de enorme talento, con uno de cuyos poemas Martin abre su novela:
¿Dónde está la fruta
para nosotros los débiles?
Caen las naranjas
siempre en otras manos
………
Casariego, como servidora, lleva ya veinte años en la tarea de escribir libros. Empezó con Qué te voy a contar (1989) y hasta hoy. Además de escribir en los periódicos ha colaborado en guiones de películas con mucho éxito como Amo tu cama rica (1991) y en la adaptación de sus propias novela Y decirte alguna estupidez, por ejemplo, te quiero. Y ahora a disfrutar de su lectura.