
Eder. Óleo de Irene Gracia
Javier Rioyo
Estoy en Santillana del Mar, escuchando a maestros tan cercanos como Luis Mateo Díez, Ángeles Mastretta y Antonio Muñoz Molina, hoy miércoles terminan las jornadas. Otro día hablaremos de ellos. Ahora quiero contar algo sobre su impresionante templo, sobre la Colegiata, ese lugar al que no había podido entrar porque siempre llegaba en horas de culto y yo no debo tener la cara, ni la aptitud del que acude a misa. Un guardia jurado, de la misma empresa que vigila en el pueblo los bancos, me impedía la entrada.
No me extrañaba, pensé que los templos volvían a ser lo que fueron centros de poder y dinero. Hay que expulsar de ellos a los que no somos mercaderes. Los templos se hicieron para el poder, su representación y el mercadeo. También había que disimular repitiendo los ritos y los rezos que confirmaban nuestro sometimiento al poder.
Al templo de Santillana- si no eres del rebaño de las misas, rosarios y otros rituales- se entra pagando. Era así de sencillo. ¡Y yo pretendiendo entrar sin pasar por taquilla! Que inocencia, que ingenuidad la mía. Ayer, en compañía de escritores, periodistas, profesores y otros descreídos- con algunas excepciones- pude traspasar las puertas del templo. Y admirar su riqueza, sus símbolos de viejo poder. Ya no es l oque fue. Pero fue de una admirable belleza y de un gran poderío económico.
Colegiata porque no quiso depender de las órdenes y los monasterios castellanos. Colegiata para poder seguir manteniendo propiedades, prebendas y negocios. Se mantienen o arriendas las tierras. Y se amplían los derechos concedidos sobre el negocio de la pesca de la ballena en Suances o los salmones de Hinojedo, dos de las muchas concesiones para hacer dinero "limpio". Había otras y no siempre de negocios visibles. También estuvieron en negocios más turbios. Fueron tan poderosos, tan ricos sobre tierras y ganancias sobre la pesca, la caza y otras explotaciones comerciales, que generaron un enfrentamiento con algunos de los nobles de la zona. Y surgieron laicismos seculares. Los abades, u obispos, negociando con los ricos o enfrentándose a ellos. Esa es la vieja razón de las riquezas de los templos. Esos lugares de negocio, poder y mercadería. Desde sus orígenes a nuestros días.