
Eder. Óleo de Irene Gracia
Basilio Baltasar
La sociedad mediática, a la que tanto provecho le saca nuestra clase política, tiene sin embargo algunos inconvenientes. El que se haya entregado alguna vez a sus ritos ya no podrá librarse nunca de su tiranía. Ante las cámaras y micrófonos no es posible dejar de existir ni, por supuesto, dejar de hablar. Pues a diferencia de los actores de verdad, el político no puede bajar el telón, ni quitarse el disfraz.
Lo hemos visto ahora, otra vez, ¡Dios mío!, cuando Mariano Rajoy, líder del Partido Popular, sale en defensa de Francisco Camps, presidente de la Generalitat valenciana, y hombre destinado a pasar a la historia por la hechura de sus trajes.
El País publicó ayer la transcripción de las conversaciones telefónicas entre Camps y su benefactor -a su vez beneficiario de unas vergonzosas transacciones de dinero público. Además de ser una de las pruebas que policías y fiscales presentan para procesarlo, la conversación de Camps es una soberbia pieza teatral digna del viejo Valle Inclán o del último Sender.
El personaje llamado Álvaro luce un recio bigote y habla con "su" Presidente. Camps permanece erguido junto al teléfono, para evitar que se le arrugue el traje cuyas facturas paga Álvaro y le dice con una voz lánguida preñada de afecto: "amiguito del alma".
El del bigote es un hombretón pero queda conmovido: "te sigo queriendo mucho". Al estilizado Presidente valenciano, que está hecho un maniquí, le complace la ternura y corresponde con el mismo cariño: "Yo también".
Después de aludir a unos "maravillosos amigos" comunes, Camps se siente obligado a insistir: "te quiero un huevo". El del bigote cabecea complacido y aprovecha este amoroso escarceo: "contarás durante muchos años con mi lealtad".
El Presidente de la Generalitat valenciana, que ya piensa en lo que podrá necesitar el día que abandone el cargo, impone un tono de camaradería más viril a la conversación y le dice "hijo de puta". Es un guiño que restaura la hombría y quiebra el tonillo melifluo que han elegido.
El del bigote elogia una de las más conocidas cualidades del Presidente, se declara un rendido admirador de "su caudal y facilidad de palabra" y se despide, no sin confesar de nuevo lo mucho que le quiere.
Se supone que Mariano Rajoy ha leído la transcripción de estas grabaciones y que ha tenido tiempo de elaborar la respuesta que le exige la prensa, pero, ante la imposibilidad de callar o hacerse invisible, no se le ocurre una idea más feliz que ésta: "afecta a la inteligencia pensar que alguien se vaya a vender por tres trajes".
Lo que ruboriza y espanta es el esperpento que representa Camps ante la opinión pública y el doble sentido oculto en la aventurada frase de Rajoy: "venderse por una finca en el Valle de Arán o una cuenta abierta en un paraíso fiscal… no afectaría tanto a nuestra inteligencia".