
Eder. Óleo de Irene Gracia
Basilio Baltasar
La FNAC ha editado en DVD el documental de Xavier Robles sobre Juan Marsé. Lo distribuye con motivo del Premio Cervantes concedido al escritor catalán, lo cual permite pasar un agradable rato con el autor que mejor ha comprendido el alma de Barcelona. Aunque Marsé la considera un simple decorado –el único que conozco de verdad-, es inevitable aspirar en sus novelas el aire de una ciudad que sin él habría desaparecido. Los personajes que siguen viviendo en Últimas tardes con Teresa, Si te dicen que caí o Un día volveré son los anfitriones de una Barcelona indiferente al entusiasmo burgués, desafiante con la impostura institucional, sarcástica con la ridícula amnesia de un país confundido.
En lugar de anunciar los museos y edificios solemnes, mejor sería que las agencias de viajes propusieran a sus clientes leer los libros de Marsé. No hay mejor ni más profunda relación con los hombres y mujeres que habitan el pasado de sus calles y con sus vidas contadas alientan el verdadero paisaje de la ciudad.
Entre ellos está el propio Marsé, cuyo autorretrato, reproducido en el folleto de la FNAC, descifra los prolongados silencios de un autor reacio a complacerse con la sociedad de su tiempo: "pupila descreída, estatura escasa, escéptico de hombros, incierta la sonrisa y oscuros sus designios… ojos harapientos, arrimados a la nariz tumultuosa… bajo, desmarañado, poco hablador, taciturno y burlón… ceñudo, maldiciente…"
El mal genio de Marsé -un inconfundible brillo en su mirada- es la más educada de las réplicas que puede concebir un autor ante las peores ficciones de la Humanidad: "soy anticlerical y antinacionalista". Y acto seguido Marsé se deleita recordando la prodigiosa fábrica de la escritura como taller artesanal de los grandes relatos literarios.