
Eder. Óleo de Irene Gracia
Basilio Baltasar
Cuando un gobierno toma decisiones aventuradas debería tener a mano un documentado arsenal de razones convincentes. Un argumento al menos cuya lógica pueda ser admitida o rechazada por el ciudadano. Este derecho común no debería ser en ningún caso motivo de reclamación. Es algo que debe darse por supuesto.
Zapatero y Chacón, sin embargo, nos han sometido a una traumática experiencia de asombro y perplejidad. Anuncian la salida de las tropas españolas de Kosovo y dejan a sus aliados de la OTAN con dos palmos de narices. Pues tampoco los socios europeos y americanos de la alianza militar consiguen entender la razón que les hace romper de modo tan impertinente las normas básicas de cooperación vigentes en un organismo de tan acendrado protocolo.
A los corresponsales extranjeros que nos consultan para resolver el jeroglífico español debemos confesarles que no sabemos nada de nuestro gobierno. No sólo no sabemos qué espera sacar de su extraña maniobra sino que nos resulta imposible adivinar el secreto oculto en el fondo de su desorbitada estrategia de relaciones internacionales. ¿Pretenden Zapatero y Chacón demostrar quién manda aquí? ¿Intentan hacerse un hueco en el G-20 jactándose de tener un carácter impresionante? ¿Está preparando Zapatero la cumbre de la Alianza de las Civilizaciones con un teatral gesto de honor patriótico? ¿Querrá demostrarle a Obama con quién se las tendrá que ver el nuevo Presidente de Estados Unidos?
Ya saben ustedes que Hillary Clinton maneja una marca para su gestión diplomática. La llaman smart power para significar el estilo elegante, listo, inteligente y rápido que debe caracterizar su gestión en un mundo vapuleado y asustado. A Zapatero y a Chacón también les irá bien una marca que abrevie el enrevesado esfuerzo que debemos hacer para calificar su manera de hacer las cosas. A esa política podemos llamarla rush power: el estilo arrebatado y atolondrado con que uno se tira de cabeza a las piscinas vacías.