
Eder. Óleo de Irene Gracia
Basilio Baltasar
El caso de los espías ha obligado a Esperanza Aguirre a renovar con su conocido desparpajo un viejo manual de instrucciones. Un decálogo de lectura obligada entre los avezados profesionales de la política.
Quién se precie de tener suficiente carácter guardará una copia en el cajón de su escritorio y la consultará el día en que se despierte metido en un lío. La experiencia no es halagüeña -pocos salen indemnes en casos parecidos- pero al estallar el escándalo poco más puede hacer. Descartada la posibilidad de reconocer su responsabilidad, se impone una elocuente puesta en escena.
Las instrucciones no necesariamente deben seguirse siempre en este orden pues cada caso impone urgencias imprevisibles. Lo sustancial para el político afectado por la adversidad es adquirir una convicción plomiza acerca de su inocencia. Cualquier duda sobre su futuro tan sólo precipitará el desenlace dramático del conflicto.
- Negarlo todo. Comentar la información publicada con perplejidad.
- Darse por ofendido. Ninguna sospecha sobre su honestidad es admisible.
- Maldecir al mensajero. El periodista que descubre su affaire tiene intereses bastardos.
- Enterarse de qué ha pasado. Poner a buen recaudo los papeles que quedan y averiguar de dónde procede la fuga de información reservada.
- Buscar un cabeza de turco. Llegará el momento en que su sacrificio será inevitable.
- Convocar el patriotismo grupal. Los colegas y subordinados deben comprender que ninguno está a salvo.
- Castigar a los desertores. Mientras se tenga el mando es necesario ejecutar correctivos ejemplarizantes contra los tibios. Para evitar la desbandada.
- Una defensa numantina. Ostentar una férrea voluntad de resistir, aguantar y ganar.
- Prestarse a colaborar con la justicia. Declaraciones solemnes a favor del Estado de Derecho.
- Comportarse como si la crisis ya hubiera pasado. Confiar en los olvidadizos y en la invención de novedades que impone la mecánica mediática de la actualidad.