
Eder. Óleo de Irene Gracia
Clara Sánchez
Muy bonita la broma que ha circulado por Internet en que el Gran Wyoming le echa una bronca a una becaria por interrumpir un momento del ensayo de su programa, que emite la Sexta. Por lo visto se han conseguido varios objetivos: el vídeo ha tenido un gran éxito en YouTube, el programa anoche alcanzó más audiencia de la acostumbrada ante la curiosidad de cómo el Gran Wyoming saldría del embrollo. Y tercera, y al parecer más importante, poner en evidencia a Intereconomía con quien anda a la greña.
Se me ocurre un cuarto objetivo que también podría haber servido como justificación, denunciar el abuso de poder que corroe a la jerarquía y organización de nuestra sociedad y que va de los más alto a lo más bajo porque siempre puede existir uno más débil a quien machacar, sólo hay que tener ganas. Que levante la mano quien alguna vez no se haya sentido como una "becaria humillada".
Un dato a tener en cuenta es que para contar esta delicada historia se haya elegido a una becaria y no a un becario (también los hay). Desde el luego, el efecto no habría sido el mismo y no habría conmovido tanto los corazones, quizá porque el becario es menos susceptible de ser vejado, ¿por qué será?, me pregunto.
Por otro lado, y sin pretender restar mérito al vídeo, cualquiera que haya asistido a una bronca en condiciones, ésta le tiene que parecer descafeinada y blanda, porque cuando la crueldad humana se desata le pasa como al llanto de Federer, que es incontenible. Aunque lo cierto es que las broncas tipo la simulada por el Gran Wyoming, llena de gritos, hostias y cojones, es la versión más primitiva del abuso de poder. El más común no se puede grabar en vídeo, es más sibilino, consiste en cerrarle el paso a alguien en su carrera, en orillarle, en intentar hacerle desaparecer.
La pregunta es ¿qué puede hacer una becaria ante las maniobras o broncas de un o una déspota?. Pues lo más sencillo es mandarle a la mierda. Porque cuando una puerta se cierra, otra se abre.