
Eder. Óleo de Irene Gracia
Basilio Baltasar
La acción política se funda en una ilusión de la voluntad: somos actores de un mundo en transformación. Pero ¿qué ocurre cuando no podemos corregir el curso de los acontecimientos? ¿Nos damos por vencidos?
¿Y si los hechos del mundo fueran hechos acaecidos antes de nuestro nacimiento?
Lo que llamamos actualidad quizá sea el efecto visible de una acción cometida por individuos que fallecieron.
El presente sería entonces una deuda que no podemos cobrar.
La genealogía de los culpables se remonta a épocas inaccesibles.
Nadie pretendería retroceder en el tiempo para impedir la semilla del mal. Aunque si lo hiciera: ¿en qué tierra estéril la sembraría?
Se intenta, no obstante, remediar en vano lo que ocurre.
Es probable que la desesperación proceda de un defecto de percepción.
En realidad, cuando decimos "eso está ocurriendo", deberíamos decir "eso ya ocurrió aunque sólo ahora lo comprendo".
Evitar, impedir, corregir, y similares, son verbos ilusorios. Una presunción de nuestra irreflexiva manera de estar en el mundo.
Cuando un estallido (moral, emocional, bélico) nos sacude sólo podemos asegurar una cosa: no tiene remedio.
Esto puede llegar a ser una evidencia.
Hay un axioma de Spinoza que podemos meditar: "Dada una cosa cualquiera, se da otra más potente por la que aquella puede ser destruida" (Ética, parte cuarta).
Si queremos actuar en el mundo debemos rezar al pasado: implorar a aquellas fuerzas que destruyan a sus contrarias. Antes de que sea demasiado tarde.