
Ficha técnica
Litle boy blue
Edward Bunker
Considerada por Edward Bunker como su mejor novela, Little Boy Blue narra el conmovedor periplo de Alex Hammond de los once a los diecisiete años. La historia de un «pequeño chico triste», como lo fue el propio Bunker, hambriento de amor y obligado a pelearse con todo el mundo.
Alex Hammond es un niño inteligente e independiente, pero sujeto a violentos accesos de rabia. Rebelde desde el divorcio de sus padres, Alex pasará su infancia huyendo de casas de acogida y reformatorios en la California de la Gran Depresión para ir en busca de su padre, un hombre deshecho e incapaz de ofrecer al hijo el hogar que necesita desesperadamente. Asistentes sociales bien intencionados, pero desconcertados por su comportamiento, y crueles figuras autoritarias se cruzarán en su camino y marcarán a fuego su carácter. Las atroces experiencias vividas en instituciones estatales, y las malas compañías, llevarán a un chico brillante, pero excesivamente impulsivo, a vivir según un código propio que chocará constantemente con el orden establecido y lo convertirá en un precoz delincuente.
Capítulo 1
En el verano de 1943, un Ford sedán negro transportaba a tres personas por el Paso de Cahuenga, desde Los Ángeles al Valle de San Fernando. Conducía una trabajadora social de mediana edad. Un chico de once años iba sentado en el medio, con su padre a la derecha. Los tres miraban fijamente por el cristal con expresión sombría. La trabajadora social permanecía impasible, aunque era más bien una pose estoica muy bien ensayada para aislar sus emociones del dolor de la compasión. El padre guardaba silencio, resuelto, aunque haber tomado esa decisión no significaba que dejara de preocuparle la situación; los músculos de la mandíbula le latían al aspirar el humo de su cigarrillo. El chico apretaba los labios hasta casi esconderlos y, ocasionalmente, se los mordía por dentro para sofocar el berrinche que crecía en su interior. Se alteraba y se contenía al mismo tiempo. El momento de la rebelión se acercaba pero todavía era demasiado pronto. Más allá del Paso de Cahuenga, la ancha autopista se retorcía contorneando la base de las colinas, salpicadas de casas enterradas en sus verdes faldas. La trabajadora social tomó una salida que daba a un camino estrecho y recto a través de infinitos naranjales. En ocasiones veían relucir una casa de madera apartada del camino. Hacía calor y el aire estaba lleno de polvo, los insectos no paraban de chocar contra el parabrisas. Pasaron junto a dos chicas de piernas desnudas que montaban sobre una gorda yegua. En 1943, el Valle de San Fernando aún era campo, sin contaminación ni casas unifamiliares idénticas, y en él vivían pequeñas comunidades separadas por kilómetros de campos de cítricos y alfalfa.