Javier Rioyo
Así se llama una novela de Benjamín Prado. Una ficción. Y una realidad. Ahora se vuelve a señalar esa espantosa, sistemática, cruel, cínica y demasiado desconocida actuación del franquismo con miles de niños que fueron arrebatados de sus republicanos padres. Secuestrados, entregados a otras familias, "reeducados" en organizaciones falsamente caritativas o "camuflados" con otros nombres, en otras familias.
La verdad llevada a la ficción por Benjamín Prado vuelve a ser una historia cercana y dolorosa. Una de esas verdades que ahora se señalan por el juez al que no permiten seguir con la investigación sobre los crímenes y desapariciones en el franquismo. Ha pasado el tiempo de silenciar, de mirar para otro lado, de callarnos nuestro pasado. Debemos resolverlo enfrentado la verdad, mirando de frente el espanto de aquella podredumbre moral y real que fue el franquismo. Si la derecha de ahora no se siente heredera de aquél régimen, de aquella dictadura construida con la muerte, la mentira, la cárcel y el exilio, que no tenga miedo a la verdad. A partir de conocernos, de saber de nuestros horrores no tan lejanos, es desde dónde podremos hablar con más tranquilidad, con más ganas de no tener tantas veces un "sentimiento trágico de la vida". Habrá que intentar que ya no sean verdad aquellos versos de Jaime Gil de Biedma.
Aquellos versos…
"…De todas las historias de la Historia
sin duda la más triste es la de España,
porque termina mal. Como si el hombre,
harto ya de luchar con sus demonios,
decidiese encargarles el gobierno
y la administración de su pobreza…
…Pido que España expulse a esos demonios.
Que la pobreza suba hasta el gobierno.
Que sea el hombre el dueño de su historia"
Yo también.