Marcelo Figueras
Según un cable de la agencia AP, el escritor Milan Kundera habría denunciado a un espía de Occidente en los años 50 ante las autoridades del régimen comunista checo. Una vez apresado el sospechoso, llamado Miroslav Dvoracek, habría sido forzado a trabajar en las minas de uranio durante 14 años.
¿Se le puede creer a un documento de la policía comunista, rescatado del olvido medio siglo después por una entidad de nombre equívoco: Instituto para el Estudio de los Regímenes Totalitarios? (La denominación no especifica si se los estudia porque se los odia o se los admira.) ¿Tiene sentido que Kundera haya sido soplón para el régimen que siempre denostó, y que terminó inspirando su exilio? Según la versión, Dvoracek habría dejado una maleta en el apartamento de una mujer, que se lo contó a su novio para que éste a su vez se lo refiriese a Kundera, que habría entonces efectuado la denuncia. Suena al juego del teléfono descompuesto: una información demasiado vaga, y por ende de doble filo para alguien que quisiese congraciarse con el régimen. ¿Y si resultaba falsa?
Lo único cierto es que el generalmente discretísimo Kundera salió de inmediato a desmentir la especie. Según declaró a una agencia de noticias llamada CTK, nunca conoció a ese hombre. Kundera responsabilizó al Instituto y a los medios de intentar destruir su reputación y su persona ante el gran público.
¿Desmerecería el hecho, de ser real, novelas como La broma y La insoportable levedad del ser? Claro que no. Las grandes novelas son una destilación de lo mejor de sus autores, y nunca debe adjudicárseles sus miserias humanas. (Una de las razones por las que perseguimos el texto perfecto es la de crear algo en nuestras vidas que esté libre de las debilidades que expresamos a diario.) Pero por cierto, no me gustaría ser Kundera el hombre de resultar verdadera la historia. (Que no lo parece, insisto: hasta Dvoracek suena a personaje inventado por un escritor melómano como K.) Los artistas soñamos con producir belleza e inspirar a muchos, o a lo sumo con sacudir conciencias. Cargar con el peso de esos años de trabajos forzados sobre nuestras almas sería más de lo que podríamos soportar.