Jorge Eduardo Benavides
Sin excepción, todos los cuentos, relatos y novelas tienen un personaje o una voz narrativa adecuada para persuadir respecto de lo que se cuenta, pues tal es la naturaleza de la ficción. Muchas veces, como un oculto director de orquesta, nos encontramos con una voz que organiza, dispone y dosifica los elementos constitutivos del relato, bien ralentizando la acción, bien acelerándola, encubriendo parte de la información o mostrándola sorpresivamente, pintando a grandes trazos el escenario donde transcurre la historia o deteniéndose en el detalle mínimo. Suele ser el narrador omnisciente que parece no participar en lo que se cuenta sino simplemente contarnos lo que ocurre. Decimos «suele ser» porque a veces se trata de un narrador testigo -esto es, un personaje de la historia- que apela a ciertas argucias de omnisciencia para posicionarse mejor y narrar con facilidad. Pensamos por ejemplo en el Ismael de Moby Dick, en el narrador de Circe, de Julio Cortázar o más recientemente en el que utiliza Muñoz Molina en El invierno en Lisboa.
Pero volviendo al narrador omnisciente: a menudo se enfrenta con la enojosa situación de que debe recatar su ejercicio ególatra y poderoso para permitir que hablen los personajes, que sean ellos los que cuenten fragmentos de la historia, so riesgo de perder credibilidad… o aburrir. Entonces aparecen en la narración los cuatro discursos o estilos narrativos, que son las formas que tienen los personajes de irrumpir en el relato con su propia voz, o al menos así nos debe parecer. Quiere decir entonces que el discurso narrativo -en sus cuatro modalidades y en las innumerables variaciones de las mismas- es la manera que tiene el narrador de ceder la palabra a sus criaturas y dejarlas explicar, hablar, conversar y en fin, manifestarse en las páginas que componen la ficción. Si nos fijamos bien, estos modos en los que el narrador permite la entrada y participación activa de los personajes son una manera distinta de contar, pues frente a la narración de los hechos y paisajes "objetivos" ahora nos encontramos con lo que opinan los personajes. Es decir, con su interioridad. En ocasiones estas opiniones y esta manera de hablar pueden distanciarse de la manera en que el narrador compone la ficción, y en ese cruce de equívocos y diferencia de perspectivas se encuentra la riqueza de un relato.
Veamos ahora el primer de ellos, que muchos de ustedes han utilizado y utilizan de forma intuitiva: el discurso directo. Se llama así porque el narrador cede momentáneamente la palabra al personaje y así el lector escucha la propia voz y los pensamientos del mismo. Naturalmente, es un artificio. Pero muy interesante. Normalmente, como explica Anderson Imbert, hay unas advertencias tipográficas que nos indican que la narración se ha detenido y ha pasado a ser la voz del personaje: comillas, guiones, cursivas… aquello que separa texto de contexto y no ofrece confusión alguna. El narrador nos dice: «estaba tan tranquilo Juanito pensando en las musarañas cuando la voz tronante de su jefe lo interrumpió: "Martínez, venga a mi despacho en este momento".» O bien: «Julián se acercó a su hermano y le dijo, con tono amenazante:
– ¿Por qué has llegado tan tarde?
-No te lo tengo que decir- Pedro se cruzó de brazos.»
Como podemos observar, en ambos casos el narrador se ha inhibido de contarnos más y ha dejado que sean los propios personajes los que hablen y se expliquen, aunque él matice la inflexión de la voz («con tono amenazante») e incluso pueda comentarnos el gesto que acompañó a la voz («Pedro se cruzó de brazos»).
La Propuesta de la semana:
En la próxima consigna haremos una breve escala para hablar de estos tonos, gestos y acciones que acompañan a la voz, antes de seguir con nuestros discursos, pero por el momento creemos que es suficiente explicación. Más bien vamos a proponerles que nos envíen un pequeño cuento que funcione básicamente con diálogos, donde ustedes apelen al discurso directo para dejar ver cómo son los personajes. El planteamiento, pues, es el siguiente: Se trata de una conversación entre tres personajes (orquestados por un narrador omnisciente, claro está), cada uno con sus propias características, características que procuraremos se adviertan por la manera que tienen de hablar y por los gestos y acciones que acompañan a sus voces. Así, uno puede ser desdeñoso, el otro iracundo y el otro sarcástico, por ejemplo. O uno científico, el otro taxista y el otro político. Pueden hacer las combinaciones que quieran…y les pedimos que trabajen con meticulosidad el ejercicio, pues con este mismo vamos a trabajar durante las siguientes clases… buen fin de semana!
ATENCIÓN
Debido a que Eva y yo estaremos viajando a Lima el martes 30 de septiembre y tendremos poco tiempo para hacer las correcciones esta semana, la sesión XXI con los textos elegidos no se colgará el viernes (como es habitual) sino el día lunes 6 de octubre. Les pedimos paciencia y disculpas por los eventuales retrasos en la recepción de sus cuentos comentados.