Javier Rioyo
Una gran exposición fotográfica en A Coruña de los hermanos Mayo. Extraordinarios fotógrafos que crecieron en el exilio mexicano. Como tantos habían perdido la guerra, eran republicanos, "rojos". Delatados desde su nombre, eligieron estos gallegos llamados Bouza, en compañía de los madrileños Castillo, llamarse Mayo como homenaje a los trabajadores, a la fiesta del 1 de Mayo.
Fueron fotógrafos desde los días de las revueltas mineras en Asturias, en la Guerra Civil, pero también fotógrafos de los famosos, los deportistas, las celebraciones, los retratos de estudio o la vida en la calle. La vida de un siglo vista por los hermanos Mayo.
Hace diez años conocí a Julio Mayo, el único superviviente ahora nonagenario, en México. Era un vigoroso octogenario lleno de pasión, memoria, trabajo y azar. De todo eso se había forjado su vida de fotógrafo. Él había estado en la llegada de Trotsky a México. Había fotografiado a Frida, Diego Rivera, Orozco, Manolete o Cantinflas. Había fotografiado a los olvidados de los barrios, a Buñuel, a León Felipe y a la hermosa joven que aprendió a leer poemas en su compañía, Sara Montiel.
Los Mayo se habían pasado la vida mirando y atrapando la vida y sus protagonistas. De los anónimos luchadores del Quinto regimiento cruzando el Ebro a Robert Mitchum en un rodaje mexicano. Pero, además de otras muchas cosas, lo que yo quería hablar con Julio era de ese azar que le llevó a fotografiar a Marilyn Monroe en un hotel de la capital mexicana. Era en el año 62, pocos meses antes de morir, Marilyn, estaba simpática, había visitado un rodaje de Buñuel mientras rodaba El ángel exterminador. Hay una deliciosa foto. Todos contentos y Buñuel sonriente y feliz al lado de la rubia.
Y la otra foto, esa que el azar hizo que se viera que no todo en Marilyn era rubio. Esa en que se ven sus morenos pelos púbicos. Esa conturbadora foto que muestra que Marilyn no usaba ropa interior. Esa que tuvo al pequeño de los Mayo en frente y sin saber que se encontraría al revelar. Allí estaba la sorpresa, producto del azar, no de la rapiña ni de la picardía. Esa foto de Marilyn. Esa foto.
Mayo, después de hablarnos de aquella foto, volvió a confesarnos la imagen que se repetía todos los días de su vida. Él de joven en el frente de Guadarrama, en el regimiento de montaña, vestidos de blanco, escuchando los avances enemigos en los amaneceres fríos de los días de invierno en que Madrid se defendió de los asaltos fascistas. Esa su foto no realizada, su memoria visual y emocional más repetida de una vida que ha visto muchas cosas. Fotos que nunca hicimos. Momentos que no olvidamos.