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Los espejos de la Historia

Por 19 de junio de 2008 Sin comentarios

Marcelo Figueras

Siempre encuentro nuevas razones para volver a Shakespeare. Leyendo las dos partes de Henry IV, se me ocurrió que habría que recomendar el estudio de sus obras ‘históricas’ -además de las tragedias, por supuesto- antes de abocarse a la Historia con mayúsculas en escuelas y universidades. Cualquiera que lea Titus Andronicus, o Julius Caesar, o Henry IV, o Macbeth, estará mejor preparado que nadie para saber por qué hacemos los hombres determinadas cosas -y lo que es peor: por qué seguimos haciéndolas.

Estas obras echan luz sobre las pasiones y debilidades que condicionan a sus protagonistas, determinando por añadidura un proceso histórico. Lo que importa de, por ejemplo, Julius Caesar, no es su fidelidad a los hechos, sino la profundidad con que Shakespeare entiende el alma de los personajes expuestos a esas circunstancias: nadie diría que su Mark Anthony o su Brutus se corresponden con las personas reales, pero es innegable que estas contrapartes ficcionales tienen la estatura de la Verdad. Borges sugirió alguna vez que Shakespeare era todos y ninguno, y la frase se aplica perfectamente a sus personajes históricos: César, Antonio y Bruto parecen humanos, ¡más que humanos!, porque Shakespeare ‘fue’ en efecto cada uno de ellos a medida que iba concibiéndolos. Desde entonces, virtualmente nadie -ni dramaturgo ni escritor- se ha puesto la piel de sus propios personajes con hondura y autoridad semejantes.

/upload/fotos/blogs_entradas/henry4_med.jpgUnas pocas palabras de Henry IV bastaron para recordarme que en materia humana -y en materia política, como parte esencial de lo humano- no hay nada nuevo bajo el sol. En su lecho de muerte, Henry, que durante las dos partes de la obra ha hablado de su intención de recuperar Jerusalén para el mundo cristiano, le sugiere a su hijo y heredero que no olvide esa empresa. Pero en el mismo pasaje hace algo más: le confiesa al príncipe Hal la verdadera intención de semejante movida bélica. Olvidemos por un instante el hecho de que, más allá de su excusa religiosa, conquistar Jerusalén era una jugada imperialista. Eso, en todo caso, era algo que tenía que ver con el frente externo del monarca inglés. Pero a Henry IV -al Henry shakespiriano, si quieren- lo que lo desvelaba más era su frente interno, la necesidad de neutralizar a todos aquellos que todavía seguían sospechando de su derecho al trono. Por eso le dice a Hal que el principal beneficio de esa guerra sería ‘to busy giddy minds / With foreign quarrels’. Esto es, ocupar las mentes febriles con batallas en el extranjero.

Si no fuese porque George Bush padre aún vive, podríamos cambiar los nombres y atribuirle la escena en que recomienda a su hijo, o sea W, la mejor manera de lidiar con su frente interno -que, dicho sea de paso, hasta el 11 de septiembre seguía cuestionando la forma non sancta en que accedió a la presidencia.

Shakespeare más que eterno: Shakespeare visionario.

Mañana la sigo.

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Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

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