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Amores imposibles

Por 28 de mayo de 2008 Sin comentarios

Javier Rioyo

Estuve disfrutando en uno de los conciertos madrileños  de Ana Belén. Me enamoré de ella cuando éramos muy jóvenes. Y todavía me dura. Me parece una delicia de dulce provocación, de voz, de cuerpo y de lo demás. Todo, pero todo, para mi querido Víctor Manuel, que lo goce. Cuando me enamoré, ella estaba en un teatro, era una hija del Rey Lear. Los dos éramos adolescentes. Ella no me vio, estaba empequeñecido en mi butaca, escondido entre el público del Teatro Español. Después se hizo muy famosa por músicas, letras y actuaciones. Siguió, casi desde siempre en compañía de Víctor Manuel, creciendo como actriz, mujer y cantante. Ha sido comprometida, luchadora, madraza y nunca olvida que una vez fue una chica de Lavapiés.

Es uno de esos pequeños -o no tanto- mitos que uno ha tenido la suerte de conocer. Sigo fiel a mis amores imposibles. Me gusta imaginar cosas cuando la escucho emplear sus seducciones. Sé que es un juego de actriz, pero es un placer dejarse llevar por la imaginación de historias imposibles.

El otro día, en uno de esos cines de la Gran Vía que ahora es un teatro, me hizo volver a ser el adolescente enamorado que un día fui. Una historia imaginaria que todavía no ha muerto del todo. ¡Qué raros somos!

Cuando salí me la tropecé por muchas esquinas. Está anunciando, desde su hermosa madurez, con su sonrisa llena de dientes, algún producto de belleza. En eso terminan muchos de nuestros mitos, en una valla publicitaria. Un buen sitio para mantener los sueños en público.

Y Ana, por su evocación, su recuerdo y homenaje a la canción italiana, a las canciones del gran Francesco de Gregori, al deseo de ver, escuchar y leer a otro de los cantantes italianos preferidos. El escritor y cantor, Roberto Vecchioni. Aquí no lo conoce nadie, pero el viernes se le podrá ver en el Instituto Italiano de Madrid. Y además se puede leer su novela El librero de Selinunte, editada por la muy italianizante y excelente editorial Gañir. De eso hablaremos otro día. No quiero despistarme de Ana y mis lobos.

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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