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El arte que habla (3)

Por 23 de abril de 2008 Sin comentarios

Clara Sánchez

Conozco gente especialmente cuidadosa con el potencial de su voz y resulta llamativo cómo algunos, cuando quieren impresionar, la cambian al hablar por teléfono para hacerla más distinguida o cultivada. Cambian la voz de andar por casa por otra importante, de aristas más marcadas y tono más bajo y grave. Es como si le pusieran un traje de Armani a la voz. En cuanto a nosotras, ya tenemos comprobado que la voz aflautada no se la toma en serio nadie, por lo que algunas, para hacerse respetar, no han tenido más remedio que amaestrarla y endurecerla. Cuestión de supervivencia. Por cierto, hace unos días se ha celebrado el día Mundial de la Voz, y el que exista un día así nos tendría que dar qué pensar. Por lo visto nuestras cuerdas vocales vibran de cien a doscientas veces por segundo y el mal uso y abuso que hacemos de ellas pueden provocarnos serias lesiones. Los más afectados hoy por hoy son los docentes, que no sólo han de hacerse oír, sino que muchas veces han de intentar que su voz atraviese un muro de indiferencia.

Los otorrinolaringólos proponen normas para cuidar la voz: evitar el ruido del medio ambiente porque obliga a elevarla, no agotar todo el aire de los pulmones y evitar que se noten las venas del cuello, que es prueba de que se grita. No es nada bueno gritar. También conviene mantener alejadas las tensiones sicológicas, causantes de que aumente la contracción de las cuerdas y que por tanto se produzcan daños. Pues bien, sólo hay que entrar en uno de nuestros restaurantes para prever cómo van a evolucionar nuestras cuerdas vocales. Se empieza hablando y se acaba gritando para hacerse oír, para desahogarse y porque sí, de forma que el ambiente acaba convirtiéndose en una euforia colectiva que también puede dejarnos sordos. Ya llegará el Día Mundial del Oído (si es que no existe ya). Entonces hablaremos de la música alta y del ruido de las motos.

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Clara Sánchez

Clara Sánchez es escritora española. En la actualidad reside en Madrid, donde estudió la carrera de Filología Hispánica y donde durante varios años enseñó en la universidad. Hasta la fecha ha publicado ocho novelas: Piedras preciosas (Debate, 1989), No es distinta la noche (Debate, 1990), El palacio varado (1993, Punto de Lectura 2006), Desde el mirador (Alfaguara, 1996), El misterio de todos los días (Alfaguara, 1999), Últimas noticias del Paraíso (Alfaguara, 2000), Desde el mirador (Alfaguara, 2004) y Presentimientos (2008).  Su obra ha sido traducida al francés, alemán, ruso, portugués, griego...Ha recibido el premio Alfaguara de novela en 2000 por Últimas noticias del paraíso. Y el premio Germán Sánchez Ruipérez al mejor artículo sobre Lectura publicado en 2006 por la columna titulada "Pasión Lectora" (El País, 6 de agosto). Colabora habitualmente en El País. Y durante unos cinco años lo hizo en el programa de cine de TVE "Qué grande es el cine".

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