Javier Rioyo
"Los peores sueños que en ocasiones me atormentaron son aquellos en que oigo la carcajada rompiendo, atronadora, contra el acantilado, o cuando me incorporo alarmado en la cama creyendo oír la voz chillona del loro, del ‘Capitán Flint’, repitiendo desaforadamente su eterno estribillo:
-¡Piezas de a ocho! ¡Piezas de a ocho! ¡Piezas de a ocho!"
Así empezó todo, al menos para mí así, con la lectura de esa novela, con la magia y la aventura de haber llegado a ese final, así empezó esa adicción que ya dura tantos años. Ser lector.
Hoy, como la magdalena para Proust, al abrir un paquete de los libros que las editoriales me envían, he vuelto a ser el adolescente que soñó ser tantos otros. Me han enviado los primeros- tebeos y tintines aparte- libros a los que me recuerdo enganchado en años que todavía eran muy en blanco y negro. Con sus portadas y con las caras, como un reparto de cine, de sus personajes en los lomos empezó a entrar el color. Hablo de la colección "Clásicos juveniles" de la editorial Bruguera. Todos unos clásicos de nuestros inicios lectores. Una selección de algunas de las obras maestras de la literatura. No diré juveniles, y tampoco debería decir obras maestras. Algunas sin duda lo eran, lo son, lo serán siempre. Otras, como, "Sissi" se habían colado entre las de Melville, Verne, Twain o Defoe. Eran adaptaciones de las novelas que al cabo de algunos años leímos de distinta manera. Nunca con aquella pasión. Nunca con aquella sorpresa. Y ya sin ilustraciones. Aquellas inolvidables ilustraciones en blanco y negro que eran un señuelo y un alivio para iniciarnos como lectores.
Hoy, al recibir los libros, me han devuelto a ese paraíso, ya rebajado y convulso, que fue la adolescencia. Un buen regalo para Lucas, que tiene siete años y podrá soñar en otros héroes que no sean el Kun Agüero o Messi.
He comenzado con el final de la historia que me hizo lector. La que decidió que quería ser Jim Hawkins. Que algún día conocería una isla como aquella, que alguna vez, en alguna navegación, me encontraría a John Silver. Y que bebería de un gran frasco de ron y que escucharía la salmodia del "Capitán Flint", ese loro, repitiendo: ¡Piezas de a ocho!…
La historia que imaginó Stevenson siempre nos acompañará. Y seguirá acompañando a los adolescentes de ahora. Espero que Harry Potter deje sitio para estos clásicos de todos los tiempos.