Clara Sánchez
En el momento en que te asignan una cama y un camisón con abertura por detrás pasas a formar parte de ese mundo. Y, aunque en menor grado, también el acompañante. El acompañante es alguien que vive la situación sentado en una silla o bien apoyado en la pared del pasillo interactuando con los que están en su misma situación. Va y viene tanto a la máquina del café o de las coca-colas, que al cabo de los días conoce la planta mejor que su barrio y a los familiares de otros pacientes mejor que a sus propios vecinos.
El olor se nota nada más entrar en el vestíbulo. Baja de los pasillos y de las habitaciones entreabiertas por las escaleras y ascensores y se queda pegado a la ropa. Es tan denso que podría ser de color verde, pero nadie sabe describirlo, todo el mundo arruga la nariz y dice: ese olor. Podría ser una mezcla de antibiótico, zumo de naranja y lejía. Al principio, aunque no queramos ser escrupulosos, revuelve el estómago y tendemos a respirar a medio gas. Parece que así no se llega a estar del todo allí, que de alguna forma una parte de los pulmones y del cuerpo continúa en la vida normal.