Andrés Ortega
Nunca es bueno el exceso de prohibición. Que las mujeres que lo deseen no puedan llevar el pañuelo islámico en las universidades turcas (y en otros ámbitos de política pública) es un recorte en las libertades. Turquía es el único país en Europa (fue otrora el enfermo de Europa y es miembro del Consejo de Europa) que tiene tal prohibición. No es que sea contraria a la ley europea. El Tribunal de Estrasburgo falló en contra de una diputada turca a la que no dejaban llevar el pañuelo en el Parlamento. No es comparable a la prohibición francesa que impide llevar signos religiosos ostentosos (entre ellos el pañuelo) únicamente en las escuelas públicas, es decir, a los menores (en este caso chicas) presionadas por sus familias; no en la universidad.
El Gobierno de Erdogan y su AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo, de raíces islámicas, pero a la vez el más modernizador en términos económicos y al más pro-europeo), con el apoyo del derechista Partido del Movimiento Nacionalista, quiere superar esta limitación, cambiando la Constitución (que dictaron los militares en 1980), y por medio de una ley especial, que en cualquier caso habrá de elaborarse que permitirá el pañuelo tradicional, basörtüsü, pero nada que tapara la cara o el pelo completamente, o la barbilla, o hasta los pies. Según la nueva ley se permitirá el acceso a la universidad a mujeres "cuyo rostro sea visible y cuyo velo esté atado bajo la barbilla", si lo lleva". Pero la oposición laica se opone ante el temor de que este primer paso lleva a la generalización del türban que cubre el pelo y tapa la barbilla. Y el Tribunal Constitucional podría parar estos avances.
Una hija de Erdogan estudia de hecho fuera de Turquía debido a la actual prohibición, que lleva a numerosas mujeres a acudir a estos ámbitos de enseñanza con el pañuelo a su vez tapado por una peluca. Los rectores actuales se oponen. Pero es una ola difícil de parar en una sociedad islámica, y a cuyo electorado el AKP debe mucho. El Ejército no parece ya siquiera tener la fuerza para imponer el laicismo kemalista a ultranza que en un tiempo fue sinónimo de modernización. Lo más probable es que Erdogan se salga con la suya. Y las universidades se llenen de pañuelos en unos meses, como se han llenado las calles de tantas ciudades turcas, donde se ven a muchas parejas besándose, ella cubierta con el pañuelo. Éste se ha convertido no ya en una imposición sobre la mujer, sino en un signo de identidad en Turquía y en muchas otras sociedades. Tras el 11-S muchas estudiantes de la Universidad de Harvard se lo pusieron para reivindicar su identidad y desde ella marcar distancias con Al Qaeda.