Clara Sánchez
Nadie se libra. Los agravios van de aquí para allá formando una selva enmarañada de rencor y desdén que, en el fondo, es el que mueve o paraliza el mundo. Según un artículo de la revista Quo "en Estados Unidos, la sed de venganza contra el jefe lleva a diario a miles de trabajadores a sabotear los ordenadores de la oficina, poniendo en peligro la seguridad nacional o la economía del país… Los ataques suelen consistir en la supresión de programas e informaciones importantes para la compañía, y la introducción de pornografía en sus páginas web. Por supuesto, son anónimos, y si llevan firma, corresponde a algún compañero, que cargará con la culpa." ¿No sería conveniente hacer un test psicológico a quienes desempeñen cualquier puesto con poder sobre las carreras de otras personas para descartar que sean excesivamente vengativos?, porque cuando se tiene en la mano fastidiar a alguien e impedir que avance puede necesitarse muy poco: una negativa, una mirada indiferente, un desaire o porque cae mal. Aunque no es este el caso de los políticos, cuya gran capacidad de amar se ha hecho visible y concreta a través de la empalagosa pareja Sarko-Carla. A partir de ahora el político es un ser sentimental al que contemplamos llorar, reír y enamorarse locamente (como si de personajes de un reality se tratara) desde nuestra endurecida vida de simples ciudadanos.
Artículo publicado en: El País, 20 de enero de 2008.