Marcelo Figueras
El otro día di por casualidad con uno de esos especiales de VH1 llamados Storytellers. Estaba dedicado a Pearl Jam y me quedé viendo un poquito del concierto. No soy lo que se dice un fanático de la banda, pero tienen algunas canciones (las más obvias, imagino: desde Jeremy hasta Man of the Hour) que me gustan mucho. En un momento Eddie Vedder, cantante y frontman, se puso a contar la historia de uno de sus temas más memorables, llamado Alive. En un principio la canción se llamaba The Curse (La Maldición). Admitió que se trataba de una historia real, la de un adolescente al que su madre le revelaba no sólo que aquel a quien había creido su padre no lo era, sino que su padre verdadero había muerto cuando este chico tenía 13 años. "En realidad no era un chico al que conociese demasiado bien", dijo, para después confesar que se trataba de sí mismo: "La verdad es que no me conocía por aquel entonces. ¡Si apenas estaba ahí!"
La letra tal como uno puede leerla todavía hoy le da sentido al título original de la canción. Al enterarse de que nunca podrá conocer a su verdadero padre, el chico siente que su propia vida es una maldición. Aunque la madre intenta consolarlo minimizando el asunto, el crío se pregunta si merece estar vivo.
Vedder prosiguió diciendo que lo sorprendió la reacción de su público cada vez que Pearl Jam interpretaba la canción en vivo. En efecto, tal como sigue ocurriendo, la gente corea el estribillo como si fuese una declaración de victoria: ‘I’m still alive’. Todavía estoy vivo. En concierto, ese estribillo no habla de la conciencia de estar maldito sino de la de haber sobrevivido a pesar de tenerlo todo en contra. Ante la relectura del público, Vedder terminó aceptando que su canción podía tener un sentido distinto al que había pretendido darle en el comienzo: "Fue la gente la que rompió la maldición (the curse)".
Me gustó la anécdota porque sintetiza lo que ocurre tantas veces a poetas, escritores, dramaturgos, cineastas, artistas plásticos. El sentido del relato que lanzan al mundo sólo se completa con la intervención de los otros: los lectores, los oyentes -el público. A menudo el artista cree estar expresando algo y no es consciente de la existencia de un ‘algo más’ que ha preferido no ver durante el proceso creativo, precisamente porque necesita llevarlo a cabo hasta el fin sin autocensurarse. Quizás el Vedder que escribió la letra alentaba el secreto deseo de que su canción convirtiese un padecimiento privado en un triunfo épico, aun cuando no se atreviese a confesárselo a sí mismo. Pero el espaldarazo de la gente que corea ‘I’m still alive’ le demostró que esa redención era posible.
Sobrevivir es necesario, pero la necesidad no acaba allí. También necesitamos cantar la gloria de esa supervivencia.