Marcelo Figueras
La ciencia aplicada no para de inventar maravillas. Acabo de leer que un cirujano de los Estados Unidos creó un chaleco llamado Third Space, que permite a aquellos embarcados en un videojuego sentir sobre su cuerpo los golpes que recibe en la pantalla su doble virtual. Yo que estoy un poco grande para el asunto, lamento que la ciencia no lance al mercado la clase de dispositivos que harían de mi vida cotidiana algo más placentero. Empezando por filtros efectivos, que erradiquen de mi casilla de mails tantas promesas de Viagra y alargamientos penianos. (No es que no necesite ambas cosas, más bien temo no saber qué hacer con tanta potencia.)
Siguiendo por dispositivos que me permitan desterrar de mi TV las cosas que no quiero ver. Si existen mecanismos para proteger a los niños de canales y programas que se consideran inadecuados, ¿por qué no puedo instalarlos en mi televisor con ligeras modificaciones? Dios sabe que daría cualquier cosa por quedar eximido de los videoclips de Ricardo Arjona, los micros propagandísticos de Mauricio Macri y la repetición ad nauseam de "los mejores momentos" de Bailando por un sueño y Gran Hermano.
Me gustaría tener un control remoto que me permitiese hacer ‘mute’ con los maullidos de mi gato.
Y que existiese un perfume que disipase en la gente la melancolía del domingo por la tarde.
Ya sé que debería reclamarle a la ciencia invenciones más urgentes. Algo habría que hacer con la violencia y la estupidez humanas: ¿para cuándo el Viagra cerebral? ¿Y qué hay de una variante del Third Space, que ayude a gobernantes de toda laya a sentir sobre su propio cuerpo los mismos padecimientos que infligen a los demás? Pero en fin, al menos por hoy déjenme permanecer en el dominio de lo banal cotidiano.
Imagino que ustedes también deben tener sugerencias. Dispongan abiertamente de este espacio, no sea cosa que los científicos arguyan después que nunca nadie los llamó a la cordura.