Marcelo Figueras
Nunca existió un tiempo menos apropiado que el presente para los purismos. La multiplicación de los medios y la tecnología nos facilitan la mezcla, el cut up, el remix, la apropiación parcial, la recontextualización. (Hablando de Network alguien me recomendó aquí mismo leer The Nightly News, de Jonathan Hickman, que es una historieta que recurre a elementos del diseño y materiales gráficos que no son dibujos, en pos de un efecto narrativo.) El paisaje sonoro que habitamos a diario en materia de música es en algún sentido una gran remake. ¿Cuál sería el problema de tomar elementos clásicos y darlos vuelta como un guante, deconstruyéndolos o reconstruyéndolos para el paladar de otras culturas o de nuevas generaciones? ¿Acaso no es esta la dinámica propia del arte de todos los tiempos? ¿Por qué el cine debería ser intocable por encima del teatro, de la novela, de la plástica?
Cuando una obra es verdaderamente grande, su riqueza resulta tan inagotable que cada una de las generaciones que la suceden puede hallar en ella un ángulo nuevo, una interpretación valedera. Lo que los coetáneos de Citizen Kane leyeron en ese filme no es necesariamente lo que leo yo hoy en él; en consecuencia, cualquiera que adaptase Kane en tiempos contemporáneos tendería –lógicamente, deseablemente- a subrayar los aspectos del original que más nos interpelan en estos tiempos. El mismo proceso, dicho sea de paso, que el hombre viene realizando desde que empezó a contar historias: la enorme mayoría de las narraciones son variaciones más o menos transparentes de materiales de la Biblia, de la épica de Gilgamesh, de Sófocles, de Homero, de tantos otros.
El cine ofrece además una ventaja adicional respecto del teatro: nadie está hablando de destruir los filmes originales, que seguirían allí intactos para ser consultados por estudiosos o simples curiosos. No se trata, pues, de pintar encima de un cuadro terminado, se trata de pintar otro cuadro, utilizando al original como modelo. Aunque a Coco no le gusten, a mí las variaciones de Picasso sobre Las Meninas me resultan interesantes.
Todo guionista (las películas que se mencionaron en estos días fueron escritas por alguien que no era el director: Network, Vértigo, hasta Kane si hay que creerle a Pauline Kael) acepta que un director interprete el guión de su autoría a su manera. ¿Cuál sería el problema de cederle ese mismo libreto a otro director, para que lo adapte a su propio estilo?
Una remake no tiene por qué ser un saqueo. La re-creación es un proceso lícito en todas las artes. Claro que, con la de piratas que abunda…