Javier Rioyo
El cine español goza de la desigual salud que tiene la misma realidad de España. Es una realidad desenfocada, como aquél personaje del Woody Allen – que desde hace tiempo ha puesto un foco que agradecemos mucho en esa chica rubia con labios llamada Escarlata -anterior a su etapa española. Yo no me fío mucho de los míos. No los reconozco. No sé quiénes son. No me creo, y tampoco tengo por qué creerles a ellos, aunque los vea, aunque existan, aunque nos congreguemos. Lo siento, no me creo y no me los creo.
Dos días de alegres, pedantes, divertidas, estériles y fructíferas charlas de/ sobre / por y para entender el otro cine español. Todo se mezcló. Aunque, la verdad, hablo de oídas, porque muchas veces me dormí, otras me despisté, algunas me fugué y el resto me auto dispersé. Así que todo lo que cuente, como casi todo lo que contaron mis compañeros del cine raro, minoritario, experimental, malo o desconocido cine español, tiene que ver con las manías, fijaciones, fobias o filias de esta extraña familia que hace otro tipo de cine. Casi nadie se entera. Pero si algunos de ellos es capaz de conseguir una reseña en alguna parcela, por pequeña que sea, de la prensa cinéfila francesa…ya es considerado uno de esos genios a seguir. Ya puede entrar en el circuito de esos raros a los que tenemos, sobre todo las instituciones, el Ministerio de Cultura o los correspondientes responsables del dinero cultural de las autonomías. Y así seguirá siendo si así nos parece. No veo otra solución.
No creo que haya otra fórmula que no sea la subvención -o el dinero de la familia o de algún compadre en una institución bancaria o así- para que sea posible la existencia de un cine español, raro, minoritario, vanguardista, de ensayo o de mucho morro, si no se paga desde algunas voluntades de subvencionar a los minoritarios. De todos esos creadores extravagantes, vanidosos, incomprendidos, atrevidos, azarosos o clásicos de la ruptura, suelen salir alguna vez una obra que merezca la pena. Ahora, si nos olvidamos de las clásicas de la vanguardia de Buñuel- y un poco de Dalí- no recuerdo ninguna obra maestra. Pero sí muchos intentos frustrados, algunos muy interesantes. Algunos arrebatos del cine español, sí merecieron ser y estar subvencionados. ¿Qué hubiera pasado si la familia de Buñuel no hubiera sido rica, si no hubiera encontrado a los Noailles, tan exquisitos mecenas o si a su amigo Ramón Acín no le hubiera tocado la lotería?… Pues que no tendríamos en nuestra historia cinéfila ni El perro andaluz, ni La Edad de Oro ni Tierra sin pan. Tres piezas claves del mejor cine de vanguardia. Del mejor cine. Nunca se hubieran defendido por la taquilla. Ni por los críticos, aunque eso son un caso aparte. Subvenciones, sí por favor. El problema es cómo, quién y por qué se dan las subvenciones. Otro trabajito para el poeta y cinéfilo César Antonio Molina… Le espera un largo camino. Vengo de su tierra, de su ciudad, de esa que tanto cambió desde su infancia. Allí hablamos mucho del cine y sus subvenciones. Y todos queríamos más, más cine, más subvenciones. Menos mal que ninguno éramos ministros, ni mecenas. El cine experimental será subvencionado o no será.