Marcelo Figueras
Me encantó el CD nuevo de Paul McCartney, Memory Almost Full. Su música, por supuesto, pero también el lugar del alma desde el que está concebido. Desde que ocurrió lo de la niña africana me rondan obras que de una u otra forma se plantean la cuestión de la muerte. La otra semana fueron The End of the Affair y The Fountain. Esta semana fue Muerte en Venecia, tristísima, maravillosa película de Visconti inspirada por Thomas Mann. Cuando se aproximaba el Día del Padre, mis hijas me preguntaron qué cosas quería y yo mencioné el disco de McCartney. Que ya desde el concepto del título, esa memoria casi llena, remite a ese trecho final de la vida en que McCartney se sabe parado.
Por supuesto, tratándose de McCartney no puede sino tener momentos soleados aun cuando hable de cosas que cualquier otro encontraría truculentas. El disco funciona entre los paréntesis que representan Dance Tonight, una simple e infecciosa invitación a la alegría, y Nod Your Head, un rock duro al estilo de Why Don’t We Do It In The Road que haría las delicias de los hoy desaparecidos Beavis & Butthead. A partir del track 2, Ever Present Past, el tema queda establecido: “Espero que no sea demasiado tarde / Ando detrás del tiempo que se ha ido tan rápido / El tiempo que pensé que duraría / Mi siempre presente pasado”. En la balada You Tell Me, se trata del recuerdo de un verano tan bello y tan distante en el tiempo que ya ha comenzado a parecer irreal. Mr. Bellamy pertenece al registro beatlesco que inauguró Eleanor Rigby, y que en el disco anterior de McCartney revisitó la maravillosa Jenny Wren, canciones sin tiempo que cuentan historias, en este caso la de un anciano que chochea y que se ha encerrado en el ático de lo que bien puede ser un asilo.
Vintage Clothes plantea una actitud que comparto desde hace mucho, tanto en lo vital como en lo estético: “No vivas en el pasado / No te aferres a nada que esté cambiando rápido”. A fin de cuentas, “lo que pasó de moda siempre está volviendo”. That Was Me es un un rock como los de antes, que Paul aprovecha para revisar las postales de su vida entera. “Ese era yo / Transpirando telas de araña / Bajo contrato / En el sótano / En la TV / Ese era yo”. El estribillo redondea el asombro de la vida pasada ‘en un flash’: “Y cuando pienso que todas estas cosas / Pueden constituir una vida / (Encuentro que) Es muy difícil asumirlo”. House of Wax es grandiosa y está llena de imágenes apocalípticas, infrecuentes en McCartney; me encanta el verso con que se abre, caen relámpagos sobre el museo de cera, y la invocación a “encender los restos incompletos del futuro”. El punto de cierre a la cuestión lo pone The End of the End, donde McCartney habla de lo que desearía que ocurriese cuando llegue, precisamente, al final del final: “El día en que muera / Me gustaría que se contasen bromas / Y que se desenrollasen las viejas historias / Como alfombras en las que jugaron los niños”. Siempre les envidié a los yanquis y a los ingleses su forma de velar a los muertos, esto de reunirse a comer y a beber y a recordar inevitablemente. Cuando me toque The End of the End me gustaría que las cosas fuesen así, también, como en el final de la película Philadelphia: gente que ve fotos y filmaciones, que oye la música que a uno le gustaba, que se ríe recordando las viejas anécdotas. ¡Qué bonita manera de despedirse!
Hace poco Dylan dijo que McCartney le producía un asombro propio de la admiración. Entonces no entendí del todo a qué se refería, pero ahora sí.