Javier Rioyo
Algún día de éstos, mejor alguna noche, hablaré de esa resistencia contra la muerte de algunos semejantes, de tozudos que pretenden enfrentarse a la historia, al pasado, al presente y al futuro. Todos pierden. Todos son derrotados, todos burlados y sin embargo tienen seguidores, crean adicción, hacen escuela y tienen acólitos. Hay muchos entre nosotros que les gustaría alargar su vida, vivir eternamente… incluso hay algunos que no les importaría tener otra vida, aunque fuera eterna. Otra vida, que transcurra, por ejemplo, en un espacio tan inconcreto como el llamado paraíso.
La sola idea de la inmortalidad me da pavor. No importa, no tenemos ni esos miedos, ni esa fe. Pero la pesadilla de la duración sin fin es aterradora. Incluso una vida larga, quiero decir la muy larga, también me hace crecer las dudas, los escepticismos, los rechazos. Creo, que si las estadísticas tienen algún crédito, hace pocos años pasé la envidiable etapa nel mezzo de la vita. Ya estoy pasado de esa equilibrada mitad. Creo. Al menos hasta hace unos meses he fumado más de lo placentero, bebo -sin conducir después- más de lo aconsejable, mis deportes son más imaginarios y deseados que reales, paso muchas horas leyendo, algunas escribiendo y otras en asuntos privados, algunas veces placenteros y otras simplemente privados. Es decir que no debo tener los peligros de una vida centenaria. Sería demasiado.
Todo esto lo pienso después de haber celebrado el 103 cumpleaños de Pepín Bello, el amigo que hizo posible la unión de tres contrarios, de tres raros que estaban entre la genialidad, la banalidad y el desconcierto, Buñuel, Lorca y Dalí. Fue Pepín Bello, su amigo de la Residencia de Estudiantes, el que hizo posible esta unión de contrarios. Pepín -elegancia, educación, buen humor y pocas ganas de agotarse con obras o trabajos- es el superviviente mayor de la cultura española. La foto de la generación del 27 la hizo él. La idea del surrealismo cinematográfico de Buñuel, de algunas pinturas de Dalí, de algunos poemas o creaciones de Lorca surgieron de una imaginación tan libre que el niño, el adolescente, el joven, el maduro y el anciano Pepín Bello se sigue manteniendo aunque pasen 103 años. Dice Vila Matas que Pepín Bello- uno de sus personajes de Bartleby y compañía -pero un personaje vivo y contrastable, un personaje que conoció el otro día, es así de eterno porque todavía sigue siendo aquel joven. Aquel que sigue haciendo el bachiller. Aquel chico que tiene que divertirse con sus amigos o su imaginación cada día. Y eso te mantiene mucho tiempo sin envejecer. No tengo claro que quiera esa eternidad de 103 años. Con un Pepín en nuestra vida ya estamos contentos. Viva Pepín. Y nosotros, lo que nos toque, pero no una eternidad.