Jean-François Fogel
A veces hay que leer a filósofos. Pueden traer sol al peor día. Es el caso de Stefán Snaevarr, hoy. ¿Cómo no voy celebrar a un hombre que escribe “Scheherazade es nuestra madre, Don Quijote es nuestro padre”? No sabía que un filosofo islandés conocía mi genealogía íntima hasta leer (en inglés) su artículo “Don Quijote y el ser narrativo” en una de las pocas revistas de filosofía que puedo aguantar sin aburrirme.
Aun mejor: Snaevarr cita al francés Paul Ricoeur, otro filosofo, autor de Le Temps raconté (El cuento del tiempo), un libro olvidado. Y además, hace un resumen excelente de la teoría de la identidad del ser construida por Ricoeur: somos a la vez idem e ipse. Vemos en nosotros lo que se parece a los otros (idem) y vemos lo que nos pone aparte (ipse). Para definirnos como seres distintos, aparte de los otros, claro que necesitamos modelos. Es donde interviene la literatura, con sus héroes y la vida de verdad que tenemos con ellos (la vida de nuestro ipse). Sin literatura no tenemos identidad completa.
Lo único que me extraña en el artículo de Snaevarr es la ignorancia de mis hermanos. Es verdad, fue parido por Scheherazade. Mi padre es el Quijote, tampoco lo voy a negar. Visito a ambos a menudo todavía. Pero, para el próximo artículo a Sanevarr le puedo dar otro elemento de mi estado civil: Fabrizio del Dongo (el sublime héroe de la Cartuja de Parma) es mi hermano, siempre lo fue desde mi decimosexto aniversario. Mi otro hermano vive en EE. UU. Siempre dice “Llámame Ismael.”