Jean-François Fogel
Basta visitar unas librerías de libros usados para comprobar la existencia del cuento corto como género específico en América Latina. Se publicaron en la segunda mitad del siglo XX un sinfín de libros más o menos titulados “Antología del cuento breve en América Latina”. El flujo no se detuvo. En Estados Unidos ya no se utiliza la expresión “short-short” que designaba en los años ochenta los “shorts stories” cortos. En Francia, los textos de Felix Feneon ya son centenarios y ese maestro del suceso breve no tuvo heredero.
En lugar de apostar al comprar una antología u otra, busqué en Caracas el libro de Augusto Monterroso “Literatura y vida”. Encontrarlo era inverosímil, imposible, tanto que lo conseguí en veinte minutos. No me decepcionó el capítulo “breve, brevísimo” que propone, tal como lo recordaba, una teoría y un análisis completo del desarrollo del género corto en el siglo pasado. Monterroso es un guatemalteco que murió hace unos años después de desarrollar en México una creación literaria cuya cumbre fue un cuento insuperable: “El Dinosaurio” publicado en 1959. Su texto integral es el siguiente: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Siete palabras que, para mí, superan por la profundidad de lo que impliquen, todas las visitas cinematográficas al “Jurassic Park”.
No recordaba cómo Monterroso utilizaba para su análisis el texto que redactaba Italo Calvino en el momento de su muerte: “Seis propuestas para el próximo milenio” que como sabemos son cinco por una razón tétrica. Calvino defiende la necesidad de una “máxima concentración” en los tiempos congestionados que vivimos. Su celebración de la densidad le lleva a explicar que escribir prosa y poesía son y deben ser la misma cosa.
Ahora me toca encontrar el texto de Calvino para releerlo pues no me pareció tan visionario cuando lo descubrí. Pero recordaba perfectamente el comentario de Monterroso sobre las reacciones a la publicación de “El “Dinosaurio”, su cuento de una línea. Lo cito: «“¡Cómo! –dijo en aquel tiempo, enojado, un crítico- ¿De una línea? Eso no es un cuento”. Y yo le contesté que se trataba de un malentendido; que en realidad era una novela».