"Mira, las puertas de las tinieblas se han abierto."
-Fausto, Murnau-
Ayer volví a encontrarme con Francisco Umbral en el país sin nombre. Extraño país en el que había un lago parecido al Ladoga y un mar parecido al mar Negro. Era verano en el país sin nombre. Espléndido y apacible verano. Los robles rumorosos formaban bosques interminables. Nos hallábamos en una especie de embarcadero junto a una playa del lago. Una playa desierta en la que se veían sus pisadas, las de su hijo y las mías. Su hijo llevaba con él una gata que decía palabras en egipcio. A nuestra izquierda, en una pequeña playa de guijarros se estaba bañando un unicornio, y muy cerca de nosotros daba saltos, sobre las maderas del embarcadero, la cabeza de Murnau, la que habían robado meses atrás, la increíble cabeza de Murnau a la que no le hacíamos el más mínimo caso. Mientras contemplábamos el agua estuvimos hablando de pactos con el diablo. Umbral me dijo:
-Como los gángsteres, los políticos suelen pactar con el diablo. Cuando un presidente con buenas intenciones se sienta en la mesa presidencial y revisa papeles que incitan al vómito real y al vómito existencial, ¿qué hace? Mayormente pactar con el diablo. La práctica del poder le obligará a colocarse más allá del bien y del mal, sea de la ideología que sea.
-Sí -le dije yo-. Supongo que es entonces cuando empieza a envejecer de verdad. Para él comienza un extraño viaje por un universo de relativa oscuridad y en torno a él ira creciendo una sombra vinculada a la muerte.
-No lo dudes. Cuando pactas con el diablo prepárate para el estrés. Ante ti se alza una frontera: la del antes y el después del pacto con las tinieblas intrínsecas del poder. La ventaja de llegar al poder es que lo empiezas a ver todo desde arriba. La muerte de los demás se convierte en una cifra. La muerte se convierte en una abstracción, que sin embargo se va apoderando de tus moléculas, por eso los expresidentes suelen parecer muertos vivientes: condición escatológica que nos les impide enriquecerse pasando información privilegiada a las grandes empresas que los eligen como consejeros. Con esas empresas hablan abiertamente, a cambio de cerrar la boca ante la ciudadanía. Ah, si tan solo uno de ellos decidiera traicionar ese procedimiento y confesara todo lo que ha visto y vivido en ese mundo más impuro que la muerte. Haría un gran favor a toda la humanidad. Yo sería capaz de dedicarle un poema épico -confesó Umbral.
-Y yo, pero ese ser admirable aún no ha aparecido entre nosotros, y no es probable que aparezca alguna vez. Tendría que romper un pacto de silencio que se prolonga como una maldición asfixiante y pavorosa a lo largo de la historia. El descreído Canetti creía que era una gran ingenuidad pensar que aquellos en los que depositamos el poder iban a cambiar alguna vez. Se trataba para él de una esperanza vana.
-¿Sólo para él? Lo creía también Lord Acton, aquel historiador católico que decía: Power tends to corrupt, and absolute power corrupts absolutely.
-Siguiendo ese pensamiento, las mayorías absolutas corromperían absolutamente. ¿Y las relativas?
-Corromperían relativamente, pero tendiendo siempre hacia el absoluto como meta final, o como ideal platónico -sentenció el maestro.
De pronto la cabeza de Murnau empezó a dar saltos muy veloces y erráticos. Su hijo la señaló con el dedo y dijo:
-Papá, finalmente entiendo lo que quiere decir la famosa expresión "cabeza loca". ¿Puedo ir a jugar con el unicornio?
-No -contestó su padre-. Son animales muy hermosos pero les gustan demasiado los gatos. Se los comen de un solo bocado.
El niño nos miró con un estupor mortalmente rosado y empezó a cantar una canción que decía:
- 道可道,非常道。名可名,非常名。
無名天地之始;有名萬物之母。
故常無欲,以觀其妙;常有欲,以觀其徼。
此兩者,同出而異名,同謂之玄。
玄之又玄,衆妙之門。