Hay un tipo de lector que siempre va a confundir autor con narrador.
Ya he dicho más de mil veces que los límites del narrador son los límites del texto, los límites de su narración, pero ¿cuáles son los límites del autor? Ni siquiera son los de su propio cuerpo, porque en el caso de los autores cuenta también su espectro: la imagen que de ellos circula en el cuerpo social.
Los que acusan a Sade de satánico, demoníaco, criminal, malnacido y demás, están confundiendo al ciudadano Sade, que comparado con otros ciudadanos de su época fue incluso ejemplar, con el narrador de sus novelas, cuentos, poemas, panfletos y ensayos.
Hay un ciudadano Sade que rara vez se ubicó fuera de la ley, y un narrador sadiano que empieza y acaba donde empiezan y acaban sus narraciones más o menos insensatas.
Confundirlos en un error elemental en el que han caído, además de los lectores mentados, muchos escritores que lo han abordado como personaje novelesco. También han caído en el mismo error autores que pretendían abordarlo desde un punto de vista histórico y objetivo.
Estos últimos no tienen perdón.
(Ver tambien "El animal que habita en nosotros". Cultura, El País)