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Necrofagia

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Excesos y carencias de higiene

Es sabido, en los sectores ambientalistas, que el episodio de las vacas locas tuvo una fatal consecuencia para nuestro sistema natural: el estallido de una histeria higienista que derivó en la prohibición de la práctica secular del vertido de reses muertas, bien en los muladares, bien en el monte, limitando seriamente la posibilidad de que las grandes aves necrófagas pudieran conseguir alimento, penuria que motivó un rápido descenso en sus tasas de reproducción y, además, en algunas especies, como en el buitre leonado, un cambio desesperado de actitud trófica, depredando reses debilitadas por enfermedad o parto. 

 

Abundando en este campo, en el que la exigencia extrema de limpieza litiga con cierto abandono de la misma, he de contar ahora lo que me sucedió este fin de semana cuando recibí en confesión los secretos de una educada señora de intachable trayectoria religiosa; me dijo que había dejado de comulgar tras un desgraciado episodio protagonizado por las uñas sucias de la mano del sacerdote que introdujo la Sagrada Forma en su boca; de ese modo esa carencia higiénica, conocida como uñas de luto, cercenaba de modo violento la posibilidad de que Eulalia Jumilla y Arciniegas pudiera seguir en comunión directa y provechosa con Nuestro Señor Jesucristo.

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30 de octubre de 2018
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Órdenes

Cuentan que el tirano medo Astiages castigó a su pariente Hárpago ordenando que en un banquete le sirvieran trozos de su hijo asados. Mi padre, el ginecólogo dentista Ferrer Auger, ordenó que en un almuerzo en el Gran Hotel de Jaca me sirvieran una suela de cuero vacuno empanada, con gran apuro, todo hay que decirlo, del probo maître, que fallecería al poco tiempo quizá de tanto repetir que él nunca se hubiera atrevido a gastar una broma a un cliente... pero lo había ordenado un médico. 

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21 de enero de 2018
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Derivados humanos en la dieta de aves pirenaicas

Uno de los capítulos menos conocidos de la necrofagia a cargo de aves es el que atiende al consumo del cuerpo y de los residuos de la especie humana. La desconfianza del paisanaje y la discreción de las personas de nivel han hurtado a la ciencia, desde siempre, valiosas informaciones. Se relacionan a continuación algunos casos de esta variante trófica.

Barranco de Culivillas, Huesca, 1968. Dos prospecciones en busca de una planta, el raro caméfito rastrero Diphasiastrum alpinum, aportan curiosos datos no botánicos. En la primera prospección, estival, se atestigua, tras dos días de acampada, que la coprofagia del alimoche –Neophron percnopterus– incluye también excretas humanas. En la segunda, a finales de otoño, se puede observar como tres buitres leonados –Gyps fulvus– comen nieve ensangrentada, único elemento aprovechable de un montañero despeñado y pronto evacuado.

Barcelona, 1999. Residencia de ancianos. Visita a  J.A.D., de 88 años, natural del prepirineo leridano que cuenta que a su padre, fallecido en 1975, médico en un hospital del norte de la provincia, le dominaban dos pasiones, la anatomía y la ornitología de campo, lo que le llevaba a recoger las piezas amputadas para diseccionarlas y dibujarlas y luego echarlas en su finca donde las aves daban cuenta de ellas.

Ascara, Huesca, 1981. Charla con un vaquero de 70 años. Explica que a mediados de los cincuenta un grupo de gitanos se acercó al pueblo para preguntar si se había enterrado algún animal y que él mismo fue quien les enseñó el lugar donde haría un par de semanas habían sepultado una cerda. De golpe, mientras describía los detalles de la inhumación, señaló un sembrado y dijo: “Ahí sucedió una desgracia, Mariano, de casa  Tapón, tuvo que ir de vientre y estando agachado perdió el equilibrio y tuvo la mala suerte de hincarse la dalla  por el sieso, no sé si antes o después de deponer, esto no viene ahora al caso, y quedó desangrado bajando de seguida los ‘bueitres’ que le comieron las partes del cuerpo que estaban al aire”.  

Pardina de Saso Plano, Huesca, 2004. Según la prensa regional el único habitante de la pardina fue devorado por alimañas, igual que su perro. A la sazón sufriría un infarto cuando preparaba una lifara para agasajar a unos parientes que iban a visitarle. Una reconstrucción no especulativa de los hechos apunta a un derrumbe de Pedro Siguanes al trasegar pesados materiales bajo un sol de justicia, a un descenso de buitres leonados al cabo de unos días cuando el cadáver humano ya había sido ramoneado por córvidos, zorros y pequeños necrófagos, y a una ingestión paralela, a cargo de los mismos carroñeros, de los restos del perro, muerto ahorcado en su esfuerzo por liberarse de la cuerda con la que Siguanes lo tenía atado a un árbol. No debe extrañar que los parientes invitados no comparecieran si comprobamos, también en la prensa escrita, que esos días, en un accidente en la comarcal A 224 sucumbía el conductor de un turismo y quedaban heridos los otros tres ocupantes: el coche se empotró contra una arqueta de riego al quedar la dirección bloqueada por la extracción en marcha de la llave de contacto. Las personas que descubrieron los esqueletos de Siguanes y su perro, senderistas de elevado prestigio, declararon ante la Guardia Civil no haber hallado jamones ni embutidos en la bodega, por lo que se supone que fueron apañados por mamíferos carnívoros aprovechando que la puerta estaba abierta.

 

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6 de noviembre de 2016
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