¿Y dónde está la niña que a un año justo del horrible crimen contra Malala fue arrancada de un autobús escolar, detenida, expulsada y transportada a un país que no era el suyo, y donde su familia fue atacada a golpes?
Mientras el mundo celebra el merecidísimo Premio Nobel de la Paz para la valiente niña paquistaní Malala Yousafzai, junto con el indio Kailash Satyarthy, activista por los derechos de los niños, Leonarda Dibrani sigue sola, desesperada, expulsada del paraíso europeo, culpable de un solo crimen: ser gitana.
Me alegro por Malala. No olvido a Leonarda.
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El 9 de octubre de 2012, un comando talibán irrumpió en un autobús escolar en la ciudad de Swat, Paquistán. Malala Yousafzai, de 15 años, una elocuente activista en defensa de los derechos de las niñas a estudiar, volvía del colegio. Los talibanes le dispararon en la cabeza.
Milagrosamente, salvó la vida y hoy se ha convertido en un símbolo. Una restablecida Malala fue agasajada y premiada por el Secretario General de Naciones Unidas, el Presidente de Estados Unidos y la Reina de Inglaterra. Occidente admira y ama a Malala, la valiente y brillante activista adolescente. Y esta semana, con total justicia, recibió el Nobel de la Paz.
El 9 de octubre de 2013, en el primer aniversario del ataque contra Malala, la policía francesa irrumpió en un autobús escolar en el departamento de Doubs, y sacó a la fuerza a la estudiante Leonarda Dibrani, de 15 años. Estaba con sus compañeros en una excursión escolar, y fue inmediatamente deportada junto con sus padres y sus hermanos. Terminaron esa noche todos en Kosovo, un lugar donde ella nunca había estado y cuyo idioma no hablaba.
¿Su crimen? Ser gitana. El pueblo gitano, la “otra” gran víctima del Holocausto, sigue siendo perseguido. Leonarda nació en Italia, habla a la perfección el italiano y el francés (tiene excelentes notas en el colegio), y dice que quiere estudiar, volver a ver a sus maestros, sus compañeros y su novio.
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Malala ya era una líder valiente cuando los talibanes la atacaron. Merece el Nobel, todo el apoyo y los elogios que recibe, pero no nos engañemos: muchos la premian porque su causa no afecta al orden occidental y sus enemigos son los “nuestros”.
Leonarda fue víctima de “nuestra” policía. Sólo quería estudiar pero puede que se convierta en activista y símbolo ahora. ¿La recibirán los reyes y potentados? Probablemente no. El derecho de los inmigrantes, sobre todo gitanos, es una causa incómoda. De hecho, el gobierno francés no sabía que hacer con la ira de estudiantes que se manifestaban a favor de Leonarda y de una gran porción de su opinión pública que exigía tratarla sin miramientos.
El presidente Hollande le ofreció volver sola, sin su familia. Valiente, rechazó la oferta.
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Este año una corte francesa confirmó su expulsión. “Mi futuro se ha acabado”, dijo Leonarda a la BBC cuando se enteró del veredicto en Mitrovica, en Kosovo, donde se enfrenta a la hostilidad de sus vecinos y la impotencia de sentirse en un lugar donde nunca quiso ir.
Pero para mí, y espero que para muchos de ustedes, la lucha y la causa de Malala y Leonarda es la misma.