Una limpieza a fondo del trastero de un apartamento hasta ahora vacío, y que va a ser arrendado para mitigar los estragos de la crisis, depara la siguiente sorpresa: caja de cartón conteniendo fichas de pacientes del consultorio de mi padre, ginecólogo dentista, en la calle Aribau, 191-193, 2º, 1ª, de Barcelona. Se trata de las historias clínicas de varios individuos de raza gitana, por lo que parece pacientes habituales, y cuyo elemento común, de gran poder sugerente para un observador no avezado, es la particular coloración de las encías que oscila entre un “negro azabache” y un “violento tornasolado”. Doy aquí algunos nombres con sus notas correspondientes, que, lógicamente, no incluyen domicilio dada la condición errática de esta clientela. Omito dolencias y fechas.
Tomás, Conde de Egipto el Chico. Fechicero. Llega, la primera vez, arropado por una comitiva de caldereros. Vienen en camello. En visitas posteriores, y ante nuestro ruego, reduce el número de familiares y simplifica el transporte. Paga entregando tazas de plata (cuatro), sedas y cabellos.
Conde Martín del Pequeño Egipto. Bohemiano. Preguntarle por el doliente episodio en el que le robaron dos perros en el pueblo de Alagón; le complace mi interés y rebaja el nivel de angustia ante el material de cirugía. Entrega, a cuenta, una cabalgadura.
Juan de León, momiano. Dócil. Abona lustrando útiles.
Pinto de Egipto, hijo del difunto Conde Andrés de Egipto y de su mujer Bellute de Egipto. Egipciano. Habla en algarabía y va en hábito de gitano. Paga en besamanos.
Bartolomé Micle, dice que aunque está exento de peajes va a pagar y paga 32 reales que lleva envueltos en el pañuelo de narices oculto en la faldriquera.
Andrés Mixó y Pute, hijo de Pinto de Egipto. Xitano reconocido. Niega, en cambio, ser de nación navarra y hablar esa lengua. Muestra documento de no bellaquería y, desde luego, se comporta con galanura tanto con el equipo médico como con el servicio. Entrega un carnero fruto de legal trueque.
Nuriya Pestiñó y Canalda, gitana catalana casada con Tomás Cleriquet y Fort. Habla jerigonza del gremio de usurpadores. Al ir a pagar le cae al suelo un papel, la sentencia que la condena a ser azotada 20 veces en lugar habitual de la ciudad de Huesca por andar de vagamunda criminosa y lucir artes de antinatura. Lleva oro.