Ficha técnica
Wakolda
Lucía Puenzo
En su camino hacia la Patagonia en 1959, un científico alemán conoce a una familia que lo acoge en su nuevo hostal. Pronto el interés entre ellos crece aunque la familia ignora que este hombre sofisticado y culto no es otro que el criminal nazi Josef Mengele, perseguido por el servicio de inteligencia israelí. Su carisma y misterio seducen sobre todo a la hija, cuyo físico a su vez fascina al médico. Lilith es una adolescente rubia, de piel muy blanca y grandes ojos azules, casi perfecta para Mengele, pero que apenas mide algo más de un metro. En Lilith, como en las muñecas de asombroso ideal estético ario que fabrica artesanalmente el padre, Josef revive todas sus obsesiones sobre la pureza y la perfección. Lucía Puenzo combina las referencias históricas en una original e inquietante ficción en la que explora las fronteras entre el bien y el mal y muestra, con sutilidad, el horror de los más oscuros pensamientos de un hombre.
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Ése era el día en el que una mezcla de cloruro de sodio y nitrato de magnesio, inyectado con infinita paciencia en cada globo ocular, cambiaría para siempre el curso de la ciencia. Las esterilizaciones masivas, las vivisecciones, los intentos frustrados por alterar el color de la piel con inyecciones subcutáneas y hasta la noche en que creyó haber enlazado por fin las venas de unos hermanos gemelos para crear siameses, horas antes de encontrarlos boqueando como pescados… todos sus fracasos serían olvidados si lograba cambiar el color de ojos de ese chico. Mil veces había imaginado que sostenía al único gemelo rumano al que la tinta le había teñido el iris izquierdo (después de que una dosis excesiva le quemara el derecho), de pie en la tarima de cada congreso médico de Higiene Racial en los que había participado en la última década, con los nervios ópticos paralizados por el exceso de químicos, en brazos de quien lo había pinchado una y mil veces hasta arrancarlo de la mediocridad. Lo había soñado con la cabeza afeitada para que la pelusa negra de sus orígenes fuera eclipsada por un futuro ario. Pero antes de entender que no era más que un sueño, las imágenes de esa primera vida en la que todo era posible quedaron ensombrecidas por la certeza de que su victoria era la punta del iceberg de todas las transformaciones que vendrían (hasta modelar genéticamente a los ciudadanos de una nación entera), aunque hasta ahora no hubiera más que pieles laceradas, gangrenas y amputaciones. No en vano habían invertido millones en él. Por la pureza de la sangre y de los genes. Porque ésa era la verdadera guerra: pureza o mezcla.