Ficha técnica
Título: Vidas y muertes de Luis Martín-Santos | Autor: José Lázaro | Editorial: Tusquets | Colección: Tiempo de Memoria | ISBN: 978-84-8383-123-6 | Precio: 24,04 € (IVA no incluido) | Fecha de lanzamiento: 01/02/2009 | Páginas: 456
Vidas y muertes de Luis Martín-Santos
José Lázaro
La vida y la personalidad del escritor Luis Martín-Santos (1924-1964) siguen siendo prácticamente desconocidas, pese a la inmensa bibliografía académica dedicada al análisis de Tiempo de silencio, la novela con la que, en 1962, revolucionó la literatura española de la época. Vidas y muertes de Luis Martín-Santos, la excepcional obra que le ha valido a José Lázaro el XXI Premio Comillas de Historia, Biografía y Memorias, cubre este vacío documental con un originalísimo relato biográfico.
Militante antifranquista perseguido y encarcelado, y a la vez miembro de una familia de «vencedores» en la guerra civil, la compleja trayectoria vital de Martín-Santos presenta múltiples facetas. Pero aún más dimensiones tiene su personalidad: lector insaciable, brillante intelectual, psiquiatra de prestigio, ingenioso contertulio, existencialista vocacional… El resultado de la indagación de José Lázaro articula -mediante un collage de documentos y testimonios- géneros tan diversos como la biografía, el reportaje, la historia oral, el diálogo, la reflexión teórica y el cuaderno de investigación. Todo ello para profundizar en una meditación sobre el tiempo, la memoria, la intimidad humana y la diversidad de las miradas que intentan comprenderla desde fuera. Estos asuntos, esenciales en las novelas de Luis Martín-Santos, se recrean ahora con los testimonios de los que le conocieron. Al menos, en la medida en que es posible conocer a un ser humano.
1
La muerte
El viaje
Al recibir la noticia de su muerte -se dijo el inquiridor-, un miembro del partido político clandestino al que pertenecía le escribió a la comisión ejecutiva: «Dada la actividad del infortunado compañero Martín-Santos, no podemos dejar de pensar en la eventualidad de que el accidente haya podido ser provocado por la intervención de acciones ajenas, de enemigos nuestros». Pocos, sin embargo, creyeron en la fantástica hipótesis del atentado.
«El psiquiatra vasco Luis Martín-Santos», afirma, aún en 2006, el periodista Martín Prieto, «escribió su novela Tiempo de silencio en los años más oxidados del franquismo, antes de suicidarse con su automóvil afligido por la muerte de su esposa. Tiempo de silencio es un retrato al carbón del obtuso caldo de cerebro que se extendía entonces y no se salva de crueles descripciones ni Ortega y Gasset y sus conferencias de cretona para señoras aleladas. Si Martín-Santos hubiera dirigido el Partido Socialista, el clan vasco hubiera desplazado al sevillano, y González no hubiera existido.»
«¡Oye! Ese amigo tuyo, se suicidó, ¿verdad?» Durante años me lo han preguntado muchas veces -dijo el cineasta-. Era un rumor que estaba en el ambiente. «¡Que no, hombre, que no! Se dio un leñazo en coche con su padre y con un amigo.»
¿Quién se suicida con su padre y un amigo de la familia? Porque, ya puestos, mejor se mata conmigo y con Rafa, que eso sí que habría sido complicidad, un auténtico final lírico-existencialista, pero no con su padre. Rafa y yo habíamos quedado con él aquel día para ir juntos en coche a San Sebastián, nunca supimos por qué nos dejó plantados. ¡Joder! ¡Ni suicidio ni hostias! Desde entonces siempre lo he repetido. Pero me lo han preguntado muchas veces, a lo largo de los años. Ahora ya no.
Yo cenaba con Luis y con una cuadrilla todos los martes en Cañones, que era una sociedad de la Parte Vieja de San Sebastián -recordó el compañero de accidente-. Y un día, después del éxito que había tenido con Tiempo de silencio, comentó que quería publicar otro libro, una segunda novela, hablando de sus vivencias en la Universidad de Salamanca. Y como había un fin de semana largo, nos fuimos a visitar la ciudad. Yo podía esos días, otros de la cuadrilla no, así que yo le acompañé. Su padre no vino a Salamanca. Él estaba en Madrid, lo recogimos allí a la vuelta. Y fue volviendo los tres hacia Donostia cuando tuvimos el accidente.
Fue la última vez que lo vi, en el hospital en que trabajábamos -dijo el neurólogo-. Recuerdo la despedida:
-Javier, este fin de semana no estaré, me voy a ver las piedras doradas de Salamanca.
Y era cierto que iba a Salamanca, pero no a ver piedras doradas. ¿Sabes a lo que iba? A vender las tierras que le quedaban a su padre y emplear el dinero para construir viviendas en la finca donde tenían la clínica privada. En aquel momento él se apegaba a la vida. Tras la muerte de su mujer se había vuelto a enamorar de una amiga de toda la vida, Pepa Rezola. Y se fue a Salamanca a buscar dinero para hacer un negocio inmobiliario. Pero la despedida era muy propia de él, no iba a decir «voy a vender unos terrenos» sino «voy a ver las piedras doradas de Salamanca».