
Ficha técnica
Título : Viaje a la Palestina ocupada | Autor: Eric Hazan | Traducción: Sara Álvarez Pérez | Editorial: errata naturae | Colección: La muchacha de dos cabezas
| Género: Ensayo | ISBN: 978-84-937145-8-1 | Páginas: 128 | Formato: 11,5 x 18 cm. | PVP: 13,50 € | Publicación: 30 de Agosto 2010
Viaje a la Palestina ocupada
Eric Hazan
Entre mayo y junio de 2006 -período que, no sin cierto eufemismo, podría ser considerado «calmo» en Cisjordania-, Eric Hazan decidió recorrer los Territorios Palestinos para ver y entender el funcionamiento diario de esa gran maquinaria burocrática-militar que de manera abstracta recibe el nombre de ocupación.
No se debe olvidar que, tras más de cuatro décadas de conflicto, la información que llega a Occidente sobre la verdadera vida cotidiana y política del pueblo palestino sigue siendo escasa y excepcional, comandada siempre por los grandes «eventos» mediáticos. A través de las notas de viaje, las descripciones de las escenas de la calle, las entrevistas con campesinos, militantes, voluntarios, médicos o políticos, este libro querría restituir la realidad del día a día que se vive en las villas palestinas: en Nablus, sometida al asedio diario de los jeeps y los tanques; en Qalqyrya, literalmente aislada por el muro, como todos sus habitantes; en Hebrón, ciudad palestina dominada por 400 colonos israelíes instalados en su mismo centro geográfico.
Un viaje revelador, para Hazan y para su lector, que da cuenta de todo aquello que el brillo y la vertiginosidad de nuestras pantallas domésticas no puede hacer presente.
2. Qalqilya
LA GRAN CALLE QUE FORMA el eje de Qalqilya desemboca justo en el muro que rodea la ciudad, un pedazo de mundo artificial donde hace mucho calor, donde no corre el aire, donde se amortiguan los ruidos. Algunos invernaderos encajonados contra el muro hacen entrever que aquello era un lugar dedicado a la horticultura, que hoy en día se ha depauperado: unos talleres mecánicos por aquí, unas casas venidas a menos por allá. Uno de los escasos transeúntes nos dice: «Ya no se puede respirar». Hizo construir dos plantas más por encima de su garaje, pero el ejército le ordenó destruirlas porque desde ahí arriba se puede ver por encima del muro, que está a diez metros. El camino de ronda conduce a la casa de un arboricultor, arrellanado en un sillón hundido. El muro le ha ocupado 10 de sus 15 dunams (1 dunam=1000 m2). Sigue trabajando en lo que le queda pero no sabe para qué, pues ya no vende nada: las plantas y los árboles en macetas se apretujan contra el hormigón. Antes de la construcción del muro, la carretera general que cruza Israel de Norte a Sur pasaba por su vivero y los israelíes venían desde todo el país para comprar rosales y manzanos.
Aquí, el muro coincide con la Línea Verde [la línea del armisticio de 1949, que servía de frontera entre Israel y la Cisjordania bajo control jordano, hasta la guerra de junio de 1967]. La puerta norte, que conduce directamente a Israel, está desierta a estas horas: los escasos trabajadores palestinos que poseen una tarjeta magnética y que han conseguido un permiso de trabajo en Israel la cruzan al alba. Sobre la barrera metálica pintada de amarillo y forrada de alambre de espino, un cartel da las indicaciones habituales en árabe y en inglés («Prepare sus papeles, etc.»). La última línea emana un humor propio de otras alambradas y de otros tiempos: Have a good day.
Antaño, en esta ciudad confluían tres grandes carreteras: al Este, la que va hacia Jordania pasando por Nablus; al Norte, la que va hacia Haifa; y al Oeste, la que va hacia Tel Aviv-Yafo. Hoy, el muro la rodea por todas partes, a lo largo de 13 km. La única salida es la carretera de Nablus, hacia el Este.
Durante mucho tiempo, para franquear esta única puerta hacia el mundo exterior, se pasaba por un puesto de control: parece que el propio Sharon lo suprimió tras una visita a la colonia vecina de Alfe Menashe, una de las más grandes de Cisjordania.