Ficha técnica
Título: París en tensión. Urbanismo e insurrección en la Ciudad de la Luz | Autor: Eric Hazan | Traducción: Sara Álvarez Pérez | Editorial: errata naturae | Colección: La muchacha de dos cabezas | Género: Ensayo | ISBN: 978-84-15217-11-4 | Páginas: 168 | Formato: 11,5 x 18 cm.| Encuadernación: Tapa dura con sobrecubierta | PVP: 15,50 € | Publicación: 26 de Septiembre de 2011
París en tensión
Eric Hazan
De la defensa de París del año 1814 a las revueltas que estallaron recientemente en la periferia parisina, pasando por las jornadas de junio de 1848 y de la Comuna de 1871, por el París de los desarrapados de Baudelaire, por los oscuros días de la Ocupación nazi o por las discutibles y últimas «renovaciones» de la ciudad. Una reflexión lúcida e imprescindible sobre la estructura urbanística de París, que analiza sus sucesivas transformaciones en relación a un aspecto concreto: su potencial subversivo y las diversas estrategias que han tratado de aplacarlo a través de la propia reconfiguración de la villa.
Gracias a un conocimiento exhaustivo de los diversos barrios de París, así como de la historia política, social y artística de cada uno de esos lugares, Eric Hazan nos propone un ensayo que es, además, una suerte de guía de viaje con la que avanzar, calle a calle, por un París cuya fuerza insurgente se trasforma sin pausa mientras sigue, a un tiempo, intacta.
PÁGINAS DEL LIBRO
«¡POR DESGRACIA, EL VIEJO PARÍS desaparece con una rapidez aterradora!». Balzac lo escribió al comienzo de Los pequeños burgueses a propósito del torniquete de Saint-Jean, «ingenuo detalle» que ya no existía más que sobre el cartel de un comerciante de vinos. Baudelaire, algunos años después, cruza el barrio de Carrusel en demolición: «El viejo París terminó (la forma de una ciudad / cambia más aprisa, ¡ah!, que el corazón de un mortal)». Podríamos continuar lamentándonos, con los surrealistas horrorizados ante el avance del bulevar Haussmann, que destruyó los pasajes de Thermomètre y de Baromètre, su feudo, de los que ya no quedan más que las fotos de Marville; o con Jean-François Vilar, maestro de la novela negra, que hace de la destrucción de la estación de la Bastilla y del cine Paramount el melancólico decorado de Bastille Tango; o con Guy Debord en Panegírico: «Quien ve las orillas del Sena ve nuestras penas: ya no quedan más que las columnas caídas de un hormiguero de esclavos motorizados».
Los textos reunidos en este libro no siguen esta línea, sea cual fuere su grandeza. Quizá precisamente no es de grandeza de lo que se trata, ni de lamentos (ningún «¡Por desgracia!»); ni mucho menos de ese sentimiento bobo que es la nostalgia. A pesar de la variedad de los temas -históricos, literarios, urbanísticos, coléricos- es posible, siendo indulgentes, encontrarles una coherencia propiamente política. Tengo la convicción de que París sigue siendo lo que ha sido durante más de dos siglos: el gran campo de batalla de la guerra civil en Francia entre aristócratas y sans-culottes -y poco importan los nombres que les podamos dar hoy-. Es cierto que, por el momento, este campo de batalla se reduce a algunos lugares emblemáticos, como Barbès, Belleville, la estación de París Norte. Pero si vamos más allá de la circunvalación de Georges Pompidou (¡qué presciencia tuvo este apoderado de la banca Rothschild!), entonces, ¡qué bella perspectiva de las subprefecturas quemadas y de inaceptable subversión! «No he escrito este libro para mis mujeres, mis hijas o mis hermanas», escribe Baudelaire en un proyecto de prefacio para Las flores del mal. Con total humildad, yo diría exactamente lo contrario, y añadiría que los que critican sin intentar destruir son los mismos de los que se ríe Robespierre, los que quieren «una revolución sin revolución».