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Ficha técnica

Título: Una herencia incómoda | Autor: Nicholas Wade | Traducción: Joandomènec Ros | Editorial: Ariel | Formato: 14,5 x 23 cm. | Presentación: Rústica con solapas | Páginas: 304 | ISBN: 978-84-344-1925-4 | Precio: 20,90 euros | Ebook: 12,99 euros

Una herencia incómoda

ARIEL

Buceando en las nuevas evidencias que ha dejado la descodificación del genoma humano, el periodista científico Nicholas Wade nos adentra en las bases genéticas de la raza y su rol fundamental en la historia de la humanidad.

Pocas ideas han sido más perniciosas que aquellas que afirman que hay razas inherentemente superiores a otras. Por esa razón, el debate sobre las diferencias biológicas entre razas ha sido completamente proscrito del ámbito científico. La evolución humana, se insiste desde un inusitado consenso, acabó en la prehistoria.

No obstante, el consenso parece ser erróneo. Wade demuestra a lo largo de este libro que la evolución humana siguió su curso, que el aislamiento en el que han vivido las distintas poblaciones a lo largo de los siglos ha propiciado ese desarrollo y que existen distinciones, divergencias, en el comportamiento y por tanto en las sociedades mismas. Que, en consecuencia, atributos como el ahorro, el pacifismo, o la alfabetización, propios de las clases medias, han sido lentamente inoculados genéticamente desde la población agraria, culminado en la Revolución Industrial y la emergencia de las sociedades modernas.

Rechazando sin ambages la noción de superioridad racial, este libro demuestra cómo nuestra información genetica contiene una información vital para entender nuestra historia y las sociedades que la integran, y que la mejor forma de servir al interés público es buscando incesantemente sin miedo la verdad científica.

Capítulo 1

Evolución, raza e historia

Desde que se descifró el genoma humano en 2003, sobre la evolución humana se ha vertido una luz nueva y potente, que ha planteado muchas preguntas interesantes, pero embarazosas.

Ahora está fuera de toda duda que la evolución humana es un proceso continuo que ha avanzado enérgicamente durante los últimos 30.000 años y casi con toda seguridad (aunque la evolución muy reciente es difícil de medir) a lo largo del período histórico y hasta el momento presente. Sería del mayor interés saber cómo ha evolucionado la gente en tiempos recientes y reconstruir las huellas de la selección natural mientras moldeaba y elaboraba de nuevo la arcilla genética. Cualquier grado de evolución del comportamiento social que se descubriera que ha tenido lugar durante la época histórica podría ayudar a explicar rasgos importantes del mundo actual.

Pero la exploración y la discusión de estas cuestiones se ven complicadas por el hecho de la raza. Desde que los primeros humanos modernos se dispersaron desde la patria ancestral en el África nororiental hace unos 50.000 años, las poblaciones de cada continente evolucionaron en gran parte de manera independiente una de otra a medida que cada una se adaptaba a su propio ambiente regional. Bajo estas diversas presiones locales, se desarrollaron las principales razas de la humanidad, las de los africanos, asiáticos orientales y europeos, así como muchos grupos menores.

Debido a estas divisiones en la población humana, quien esté interesado en la evolución humana reciente se ve abocado de manera casi inevitable a estudiar las razas humanas, lo quiera o no. Así, la investigación científica entra en conflicto potencial con el interés de la política pública de no generar posibles comparaciones ofensivas que pudieran fomentar el racismo. Varias de las barreras intelectuales que se erigieron hace muchos años para combatir el racismo se encuentran ahora obstruyendo el camino para estudiar el pasado evolutivo reciente. Entre dichas barreras figuran creencias como las siguientes: la evolución humana se detuvo hace varios miles de años; no existe una base biológica para las razas; todas las diferencias de comportamiento entre los grupos humanos son puramente culturales, no genéticas; la mente nace como una página en blanco, y su contenido futuro es modelado únicamente por la cultura. Dichas creencias podrían describirse razonablemente como dogmas: no hay prueba alguna de que ninguna de ellas sea cierta, pero son creídas a pies juntillas o al  menos son sostenidas- por gran parte de la izquierda académica, incluidos muchos biólogos. Al igual que otros dogmas, tenían como objetivo que las personas hicieran lo correcto: desistir de ver diferencias intrínsecas entre grupos humanos como una razón y justificación para el racismo. El problema es que los descubrimientos procedentes del genoma hacen cada vez más probable la existencia de estas diferencias intrínsecas. Los investigadores, que a menudo expresan su derecho a buscar afanosamente la verdad, no importa adónde dicha búsqueda los conduzca, han encontrado aquí una verdad que no quieren buscar, y que no podrían aunque quisieran, sin poner en grave riesgo su carrera.

La tesis de este libro es que el conocimiento del genoma puede abordarse sin abrir la puerta a un resurgimiento del racismo. Aunque el racismo no está muerto, hay muchas más personas que antes que lo consideran equivocado como cuestión de principio. Si el racismo es erróneo por principio, cualesquiera diferencias intrínsecas entre grupos humanos son irrelevantes y pueden ser estudiadas sin temor.

Además, hay varias limitaciones a lo importantes que pueden ser dichas diferencias. Cualquiera puede aprender el idioma de cualquier otro grupo si se halla expuesto a él desde una edad temprana, lo que demuestra que la facultad para el lenguaje, que es el rasgo definitorio de la mente humana, es universal. La naturaleza humana es la misma en todo el mundo. Las sociedades humanas puede diferir ampliamente, pero los individuos que las componen, no.

[ADELANTO DEL LIBRO EN PDF]

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