
Ficha técnica
Título: Un corazón inteligente | Autor: Alain Finkielkraut | Traducción: Elena-Michelle Cano y Íñigo Sánchez Paños | Editorial: Alianza | Colección: Libros Singulares (LS) | Género: Ensayo | ISBN: 978-84-206-5155-2 | Páginas: 208 | Formato: 16,5 x 23,5 cm. | Encuadernación: Rústica Hilo | Código: 3432601 | PVP: 17,00 € | Publicación: Septiembre de 2010
Un corazón inteligente
Alain Finkielkraut
El rey Salomón pedía a Dios que le concediese un corazón inteligente. Debido a los tiempos que corren y al siglo XX vivido, Alain Finkielkraut estima que tal oración sigue manteniendo toda su vigencia. Ante la imposibilidad de acudir a Dios, que calla, o a la Historia, decide recurrir a la literatura para conseguirlo. Elige La broma, de Milan Kundera; Todo fluye, de Vassili Grossman; Historia de un alemán, de Sebastian Haffner; El primer hombre, de Albert Camus; La mancha humana, de Philip Roth; Lord Jim, de Joseph Conrad; Apuntes del subsuelo, de Fedor Dostoyevski; Washington Square, de Henry James; y El festín de Babette, de Karen Blixen. Alain Finkielkraut nos brinda en El corazón inteligente un ensayo filosófico sobre las novelas que le han ayudado a hacer más comprensible el mundo de hoy, dentro del marco de su reivindicación de la literatura como una forma de conocimiento tan válida como la filosofía o las demás ciencias sociales. A través de sus lecturas, Alain Finkielkraut intenta descifrar los enigmas de nuestras sociedades e interpretarlos por medio de sus comentarios. El arte, la democracia, la identidad, el dogma religioso, la civilización, el fracaso cultural, los recursos de la tiranía, los totalitarismos…, van apareciendo y entretejiéndose con sus análisis literarios. Todo en un estilo ameno, salpicado de anécdotas, guiños culturales y comentarios plenos de actualidad, cuyo resultado final, además de la reflexión, es una invitación a leer, o releer, las obras que forman el canon literario de Finkielkraut.
Prólogo
EL REY SALOMÓN LE SUPLICABA AL ETERNO que le concediera un corazón inteligente.
A la salida ya de un siglo devastado por las actuaciones desastrosas de los burócratas, es decir, de una inteligencia meramente funcional, y de los posesos, es decir, de una sentimentalidad somera, binaria, abstracta, soberanamente indiferente a la singularidad y a la precariedad de los destinos individuales, esa oración para ser dotado de perspicacia afectiva sigue teniendo, como ya sostenía Hannah Arendt, todo su valor.
Sin embargo, Dios se calla. Quizá nos mira, pero no responde, guarda las distancias, no interviene en nuestros asuntos. Por mucho que tengamos, por mucho que imaginemos para llenar Su horario y para convencernos de Su activismo, nos deja de Su mano. Ni directamente a Él ni a la Historia, ese avatar moderno de la teodicea, podemos dirigir nuestra súplica con alguna posibilidad de éxito, sino a la literatura. Tal mediación no supone ninguna garantía: sin ella, empero, la gracia de un corazón inteligente seguiría siéndonos por siempre jamás inaccesible. Y conoceríamos quizá las leyes de la vida, pero no su jurisprudencia.
Tal es al menos la apuesta de los nueve estudios que vienen a continuación. Me he fiado de mis emociones para elegir La broma, de Milan Kundera; Todo fluye, de Vassili Grossman; Historia de un alemán, de Sebastian Haffner; El primer hombre, de Albert Camus; La mancha humana, de Philip Roth; Lord Jim, de Joseph Conrad; Apuntes del subsuelo, de Fedor Dostoyevski; Washington Square, de Henry James, y El festín de Babette, de Karen Blixen. Y me he esforzado por poner en mis lecturas toda la seriedad, toda la atención que requiere descifrar los enigmas del mundo.
P. D.: Este libro, cuya idea acariciaba yo desde hacía años, habría permanecido en el limbo si Nicolas Guerpillon no me hubiera hecho un día la irresistible propuesta de elaborar mi biblioteca ideal, y si Shlomo Malka no hubiera dado cobijo a nuestras conversaciones en RCJ, la cadena de radio que dirige. Mi deuda es también grande con Bérénice Levet, que mecanografió el manuscrito con paciencia infinita y me dio muy valiosos consejos. A los tres, gracias.