
Ficha técnica
Título: Tardía fama | Autor: Arthur Schnitzler | Traducción: Adan Kovacsics | Editorial: Acantilado | Colección: Narrativa del Acantilado, 276 | Encuadernación: Rústica cosida | Formato: 13 x 21 cm | Páginas: 104 | Fecha: oct-2016 | ISBN: 978-84-16748-10-5 | Precio: 12 euros
Tardía fama
Arthur Schnitzler
El señor Saxberger lleva una apacible vida burguesa que se ve sacudida cuando un día recibe la visita de un joven poeta admirador, que lo anima a volver a escribir y lo invita a participar en una tertulia literaria.
El anciano recuerda entonces aquel libro de poemas que escribió cuando era un muchacho atormentado y que no obtuvo el reconocimiento esperado, y fantasea con la idea de retomar su carrera literaria.
En esta obra póstuma, inédita hasta el año 2014, Schnitzler traza un magistral retrato de la vejez, al tiempo que ofrece una imagen cómica, despiadada y absolutamente actual de un mundo literario en el que abundan la vanidad, la envidia y el ansia de reconocimiento
[Comienzo del libro]
El señor Eduard Saxberger volvió de su paseo y subió lentamente las escaleras que conducían a su vivienda. Era un hermoso día de invierno, y el anciano, como solía hacer, se había puesto en marcha justo después de concluir su jornada en la oficina, para aprovechar el aire fresco y llegarse paseando a las últimas casas de la periferia. Ya cansado, se alegró de regresar a su habitación cálida y acogedora.
El ama de llaves lo recibió con la noticia de que un joven, a quien ella jamás había visto, llevaba media hora esperándolo.
El anciano, que casi nunca recibía visitas, se dirigió con cierta curiosidad a la sala de estar. Cuando entró, el joven que lo esperaba sentado en una butaca se levantó e hizo una reverencia.
Saxberger devolvió el saludo y dijo:
-Me han dicho que lleva usted un rato esperándome. ¿En qué puedo servirle?
El joven, todavía de pie, respondió:
-Permítame, distinguido señor, que me presente. Soy Wolfgang Meier, escritor.
-Me alegra mucho, de verdad. Por favor, tome usted asiento.
-Señor Saxberger-comenzó el joven, después de sentarse-, sobre todo he de pedirle perdón por la impertinencia de presentarme en su hogar sin ser invitado ni conocido. Sin embargo, he buscado en vano otras fórmulas para tener el honor de conocerlo.
-Me halaga usted.
-Y conocerlo, señor Saxberger, es desde hace mucho tiempo uno de mis deseos, es más, de nuestros deseos más fervorosos, porque no sólo hablo en mi nombre.
Al pronunciar estas palabras, el señor Meier esbozó una cortés sonrisa. Era pálido, tenía el pelo rubio y liso e iba muy correctamente vestido. Mientras hablaba, jugueteaba con unos quevedos que le colgaban del cuello sujetos a una cuerda.
-Siento gran curiosidad-dijo el señor Saxberger-por saber por qué ese fervoroso deseo…, desde cuándo ese fervoroso deseo…-se interrumpió un tanto turbado.
-Desde hace mucho tiempo-respondió Meier-, y si se me permite precisar el momento diré que desde el día en que yo, o mejor dicho nosotros-dijo otra vez con una cortés sonrisa-, tuvimos la suerte de conocer sus Andanzas.
-¿Cómo?-exclamó el señor Saxberger, perplejo-, ¿ha leído usted mis Andanzas? ¿Todavía se leen mis Andanzas?- preguntó meneando la cabeza.
-Tal vez ya no se lean-contestó el joven-. Pero nosotros sí las leemos, lo admiramos a usted, y considero que con el tiempo se le volverá a leer y a admirar. -Mientras el señor Meier decía esto, sus mejillas se ruborizaron un poco, y el tono de su voz sonó más vivo que antes.
-Me sorprende usted, señor… Meier-dijo Saxberger-, y comienzo a sentir cierta curiosidad; me gustaría saber quién es usted o, mejor dicho, quiénes son las personas en cuyo nombre habla. No imaginaba que hoy en día alguien conociera mis Andanzas. -El anciano miró al vacío-. Sí, hasta yo mismo me he olvidado de ellas. En general, llevo muchos años distanciado de todas esas cosas, muy distanciado.
El señor Wolfgang Meier sonrió discretamente.