
Ficha técnica
Título: Sin presente | Autor: Lionel Tran | Traducción: Laura Salas Rodríguez | Editorial: Periférica | Colección: Largo recorrido | Páginas: 152 | ISBN: 978-84-16291-18-2 | Precio: 16,00 euros
Sin presente
Lionel Tran
Lyon, 1989. Un barrio popular, el de la Croix-Rousse. Varios jóvenes desencantados nacidos a comienzos de los años setenta (Chong, Rambo, Candy, Steak, Sida, Kao, Akira…), hijos de aquellos otros jóvenes que protagonizaron Mayo del 68, crean un colectivo: Tabula Rasa, y se aíslan del mundo durante una época: sólo la creación artística dará sentido a sus vidas a partir de ese momento. Tal es su decisión.
Como telón de fondo suenan las voces de Margaret Thatcher, Ronald Reagan, François Mitterand; ha caído el Muro de Berlín y ya no hay Guerra fría, sino guerras económicas; de hecho, la Guerra del Golfo es la primera de ellas. Dinero, dinero y dinero son las tres palabras que resuenan detrás de todos esos nombres propios, aunque los protagonistas de esta demoledora novela viven casi sin dinero, o, mejor dicho, de escasas cantidades de dinero negro: de vender drogas a pequeña escala para subsistir y para colocarse ellos mismos.
Hachís, heroína, nihilismo, vacío… en ese ambiente casi postpunk, el narrador (Chong) se compromete a escribir todos los días, tratando de sobrevivir de algún modo a la realidad, y dibujando ante nuestros ojos algo así como un «retrato del artista postadolescente» más visceral que nunca.
Fante, Céline, Arendt… son muchos los nombres que se han citado a propósito de esta novela que insiste en los temas habituales de Tran: la fractura generacional, el desclasamiento y el sentimiento de pérdida de la realidad. Una lección distinta sobre el Capitalismo en este presente, la herencia de los protagonistas del baby boom y el origen del estado de cosas de buena parte de la Europa actual.
Provocativa pero realista a la vez, todo lo que aquí se cuenta es, según suele decirse, real como la vida misma. Una novela, segunda de su autor tras Sida mental (Periférica, 2008), elogiada en Francia tanto por la crítica como por los lectores. Cruda, pero fascinante.
«Rabioso y mordaz, generacional y corrosivo.» Le Monde
I
EL FIN DE LA HISTORIA
Nací en 1971.
Estamos en 1989.
Como a millones de alumnos de instituto, me fascina el cine, la edición o la publicidad, cuyo poder ha provocado la elección del presidente de la «fuerza tranquila», François Mitterrand. Nuestros padres hiceron Mayo del 68, encarnaron la revolución sexual. Instantánea: vuelvo a ver el campamento al raso en las Cevenas, con el novio de mi madre soltera, el hijo de un CRS*, poeta que al final resultará ser homosexual, tiene el pelo rizado, la piel lisa de sus diecinueve años; la vieja campesina que nos vende queso de oveja tiene el rostro reseco y le salen pelos blancos de las orejas, recuerda a una bruja cuando pone sobre la mesa de madera un frasco de conservas dentro del cual flota, en un líquido ambarino, una víbora de ojos vidriosos. Los años setenta coinciden con la crisis del petróleo y con lo que se comienza a llamar «el túnel de la crisis económica». Oigo el bullicio de las reuniones nocturnas en las que barbudos y mujeres con sandalias de cuero que ya no llevan sujetador corean militancia, ecología y defensa de los pueblos oprimidos -oigo desde mi cuarto las botellas que se descorchan, el arroz cantonés friéndose en la sartén, las voces estridentes que se arrojan a la cara, «Plogoff», «contaminación», «psicoanálisis», «presidente Mao», pese a las interferencias de los estribillos del «Chant des partisans» y de «La blanche Hermine», reproducidos en cadena por el equipo de música-. Son pedagogos españoles, hijos e hijas de republicanos, comunistas italianos, refugiados chilenos. Se llevan a cabo conferencias en el Espacio Le Corbusier de Firminy, un joven palestino de ojos azul pálido me anuda una kufiya al cuello. La portada de los periódicos anuncia la Guerra de las Malvinas, Margaret Thatcher desfila, enfundada en un uniforme de combate, hay prisioneros argentinos agachados con las manos en la nuca tras un recinto rodeado de alambre de espinos, un navío de guerra británico naufraga tras ser golpeado por un misil Exocet francés, un cámara graba los charcos de sangre de las masacres de Sabra y Chatila.