Ficha técnica
Título: El invierno del lobo | Autor: John Connolly | Editorial: Tusquts | Colección: Andanzas CA-857 | Páginas: 336 | ISBN: 978-84-9066-104-8 | Precio: 19,13 € (IVA no incluido) | Ebook: 10,74 € (IVA no incluido)
El invierno del lobo
John Connolly
La comunidad residencial de Prosperous, en Maine, siempre ha medrado mientras otros sufrían. Sus habitantes son ricos, sus hijos tienen el futuro asegurado. Rehúye a los forasteros. Protege a los suyos. Y en el centro de Prosperous se encuentran las ruinas de una antigua iglesia, transportada piedra a piedra desde Northumberland, Inglaterra, a principios del siglo XVIII, por los fundadores del pueblo… Unas ruinas que esconden un secreto. Pero varios hechos, entre ellos la muerte de un sin techo en circunstancias poco claras, atraen a Prosperous al investigador privado Charlie Parker, alias «Bird», un hombre cuyo pasado le ha dejado hondas cicatrices en el alma, un detective peligroso para sus enemigos y que se mueve no sólo llevado por la compasión, sino también -en más ocasiones de las que él quisiera- por la ira y el deseo de venganza. A su llegada, los residentes de Prosperous perciben en él una amenaza más preocupante que cualquier otra que hayan afrontado en su larga historia. Entretanto, un lobo trata de sobrevivir al crudo invierno de los bosques de Maine; está malherido, pero también hambriento.
1
La casa era intencionadamente anónima: ni demasiado grande ni demasiado pequeña, ni muy bien conservada ni deteriorada en modo alguno. Ocupaba una reducida parcela próxima a los aledaños de Newark, en el condado de New Castle, zona densamente poblada del estado de Delaware. La ciudad había sufrido un duro golpe cuando en 2008 cerró la planta de montaje de Chrysler junto con Mopar, el cercano centro de distribución de piezas. Así y todo, albergaba aún la Universidad de Delaware, y veinte mil estudiantes pueden gastar mucho dinero si se lo proponen.
No era de extrañar que el hombre a quien pretendíamos dar caza hubiese elegido Newark. Estaba cerca de las líneas divisorias de tres estados -Pensilvania, Nueva Jersey y Maryland-, y a sólo dos horas de la ciudad de Nueva York en coche. Aunque, claro está, sólo era una más de las numerosas guaridas que se había procurado, adquiridas en el transcurso de los años por el abogado que lo protegía. El único rasgo distintivo de esta casa residía en el nivel de consumo energético: las facturas de los suministros eran más altas que las de otros inmuebles que habíamos descubierto. Daba la impresión de que éste se utilizaba con regularidad. No se trataba de un mero almacén para las piezas de su colección. Venía a ser una base de operaciones.
Ese hombre se hacía llamar Kushiel, pero nosotros lo conocíamos por el sobrenombre de «el Coleccionista». Había matado a un amigo nuestro, Jackie Garner, a finales del año anterior. El Coleccionista, conforme a su versión de la justicia, diría que se había limitado a aplicar la ley del talión, pues en verdad Jackie cometió un craso error y, como consecuencia del cual, murió una mujer cercana al Coleccionista. En venganza, éste, sin la menor compasión, abatió de un tiro a Jackie, que estaba desarmado y de rodillas, y además dejó claro que ahora nos hallábamos todos bajo la mira de su arma. Posiblemente intentábamos dar caza al Coleccionista por lo que le había hecho a uno de los nuestros, pero también porque sabíamos que, tarde o temprano, él decidiría que quizá bajo dos metros de tierra representaríamos una amenaza menor para él. Así que nuestro propósito era acorralarlo y matarlo mucho antes de eso.