Ficha técnica
Título: Siguiendo mi camino | Autor: Mauricio Wiesenthal | Editorial: Acantilado | Colección: El Acantilado, 267 | Temática: Biografías, Memorias y Diarios | ISBN:
978-84-15689-44-7 | Encuadernación: Rústica cosida | Formato: 13 x 21 cm | Páginas: 480 | Precio: 26.00 euros
Siguiendo mi camino
Mauricio Wiesenthal
Si las canciones conforman la banda sonora de una vida, las que aquí nos presenta Mauricio Wiesenthal engarzan la suya con la de las personas y los lugares de su camino entre dos continentes. Veremos aparecer, en un friso mágico, los grandes hoteles, los legendarios barcos que hacían la travesía del océano, las amistades y un mundo europeo lleno de amables sombras. Los recuerdos hilan este libro, y hacen su aparición luminosa en las soirées, las máscaras y los escenarios que entretejen poesía y realidad en una visión esperanzada de la vida y el tiempo. Un paisaje inmenso, unido por la vida de los emigrantes, las canciones del recuerdo y el espíritu conciliador de la cultura.
«Lean a Wiesenthal, hay muy pocos como él.»
Sergio Vila Sanjuán, Cultura/s, La Vanguardia
«Mauricio Wiesenthal -como un visitante del crepúsculo- nos ofrece en sus libros un enorme fresco de la nostalgia y un buceo sentimental por los paraísos perdidos de la cultura occidental… En Inglaterra, cuna de los grandes artífices de la memoria literaria, hubieran sido libros de culto.»
Antoni Gual, El Periódico
«Un verdadero rara avis de las letras españolas. Wiesenthal habla de sus mitos como si contara el cuento de sus vidas; como si confesara algo íntimo que nos pertenece a todos.»
Toni Montesinos, La Razón
«La energía que desprende su lectura es casi mística: como el radio, deja escapar ininterrumpidamente átomos de luz.»
Anna Caballé, ABC
Comienzo del libro
Nació este libro en la correspondencia que mantuve con mi buen amigo Alfredo Valenzuela en el año 2011 . No he querido suprimir las referencias personales a los momentos en que se escribieron estas cartas cuando se trata de circunstancias que el lector puede compartir y disfrutar, entrando así en el círculo de nuestra amistad.
Escribo estas páginas en idioma español—más que en castellano—, utilizando formas y expresiones usuales en todas las regiones peninsulares y, también, en Hispanoamérica. Nadie confunda este sueño orquestal con el juego particularista de los castizos que escriben para la parroquia local y que me resultan bárbaros y aburridos. Me siento emocionado y feliz por haber recibido de mis mayores en todos estos pueblos una herramienta artística y cultural tan hermosa como nuestra lengua española. Y agradezco también a los primeros maestros del castellano el regalo que nos hicieron al compartir ese tesoro. Ellos me enseñaron que la lengua no es una propiedad sino un préstamo compartido.
Todo empezó cuando Carlos V—el flamenco que, a los veinte años, mescolaba el español y el francés—se presentó en Roma en 1536 hablando español y dijo al obispo de Mâcon: «Entiéndame, si quiere, y no espere de mí otras palabras que de mi lengua española».
He pensado si debía poner notas a pie de página para explicar algunos detalles. Por ejemplo, no hay que confundir a Fredric Mann con Thomas Mann. El segundo escribió libros muy largos. El primero sólo escribió un cheque; pero con él levantaron un auditorium en Tel Aviv.